Queridos lectores, cuando uno pretende ser cronista de su tiempo, el inicio de un nuevo año se convierte en un motivo de muchas meditaciones sobre el futuro...
Queridos lectores, cuando uno pretende ser cronista de su tiempo, el inicio de un nuevo año se convierte en un motivo de muchas meditaciones sobre el futuro. Es el momento de las incógnitas sobre lo que sucederá en definitiva. La vida resulta ser muy frágil y transcurre a tiempo fijo. Todo dependerá de las circunstancias del momento histórico, de las fuerzas del bien y del mal, de las definiciones que uno mismo tome, de los acontecimientos externos que se sucederán y en última instancia de la voluntad de Dios que siempre se manifiesta a través de las segundas causas que somos nosotros mismos. Yo soy un hombre que se educó desde muy pequeño dentro de una fe católica, que con el paso del tiempo ha estado expuesta a los embates de las coyunturas complejas y de las épocas que he vivido, pero fe que en sus esencias de amor y de búsqueda de la verdad, nunca ha muerto dentro de mi conciencia.
En la medida que avanzo en el tiempo esa fe se fortalece, me reconforta y me angustia con dos sentimientos encontrados que mucho tienen que ver con el sentido binario de la vida que es propio de una dinámica de choque entre fuerzas que provienen del concepto del bien y del concepto del mal, de lo que es positivo y de lo negativo que es similar a las fuerzas de atracción y de repulsión del universo, centrífugas y centrípetas. Hay quienes vienen al mundo sin saber cuáles son las razones que los convierte en una realidad objetiva y subjetiva a la vez, ni cuáles deberían ser los fines de su existencia; pero cuando uno anida a la fe dentro de la conciencia y de los latidos de su corazón son movidos por esa fe, no puede inhibirse de las razones que lo determinan y que lo impulsan a seguir adelante. Es entonces el momento de hacerse resoluciones de futuro, para trabajar en favor del amor, de la justicia y de la equidad.
Quizás estas meditaciones puedan parecerles superfluas a quienes no le interesan el mundo que les rodea, ni el destino de los demás porque quieren reconcentrarse en sí mismos para no sufrir ni sentir. Yo respeto su forma de pensar y sus decisiones existenciales, pero puede que a ellos en algún momento los toque la adversidad y se vean dentro de lo adverso y de lo injusto que se interpone hoy en Palestina, por citar un caso muy concreto, en donde los seres humanos reciben la furias, las injusticias y los dolores de una guerra que los mata y los extermina. Ahí es donde el dolor define a la conciencia e impulsa a las ideas. El mundo del futuro siempre podrá ser peor o mejor, eso dependerá de nosotros. Todos navegamos juntos en una misma gran nave cósmica que es nuestro planeta, todos tenemos responsabilidades ineludibles con el futuro destino de esa nave. Todos tenemos algo que podemos hacer, unos más y otros menos, algunos muy poco pero todos tenemos mentes, sentimientos y la presión de nuestras denuncias.
Cada vez más llega el momento para que una conciencia universal lance un grito de ¡basta ya! Finalmente, quiero responder la pregunta: ¿Dónde está Dios?: ¡Está dentro de nosotros mismos, somos sus criaturas los que tenemos que hacer valer su voluntad de amor!