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El Jueves

Póntelo, pónselo

No se asuste, usted, que en estas líneas volverá a encontraruna opinión cofrade. Aguarde, que se la estoy sirviendo...

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No se asuste, usted, que en estas líneas volverá a encontrar una opinión cofrade. Aguarde, que se la estoy sirviendo. Que esto no tiene nada que ver con aquella campaña de la ministra de Asuntos Sociales, Matilde Fernández, para fomentar el uso de “eso”. Llamo a esta columna así para referirme a determinados aspectos estéticos de la Semana Santa. Y en concreto al sujeto activo de la misma: el nazareno.

Salir de nazareno supone participar activamente en un cortejocon unas normas de comportamiento y de estética. Hay que vestir un hábito determinado, así como una serie de elementos que especifican las reglas de cada hermandad y para los que no cabe la duda a la hora de observar: tipo y color delcalzado, calcetines, guantes en su caso, cíngulo o esparto,ausencia de joyas y distintivos personales…

También está la actitud del individuo/a. Les aseguro que no pasa nada por no merendar un día. Como tampoco pasa nada por no fumar (se lo dice un fumador empedernido). Piénsenlo: sólo son unas horas de sólo un día al año.

Y por supuesto, el antifaz -con o sin capirote- sirve para convertir en anónima la penitencia que se realiza. Tiene poco sentido, por tanto, andar por ahí revestido de nazareno con el rostro descubierto. Las normas de las hermandades son bien claras: la estación de penitencia comienza al salir del domicilio y termina al regresar al mismo, al que se llegará por el camino más corto. Una norma que, por su claridad, deja poco margen a la duda.

Es especialmente feo, para mis ojos, ver a nazarenos deambular con el rostro descubierto, salvo que sean niños que se retiran del cortejo (a ellos se les permite casi todo); pero por favor, papás y mamás: quítenle la túnica al infante y no le tengan hasta las tantas de la noche en las sillas vestido de nazareno. Está feo y es ridículo.

Y lo de estar dentro de un bar o sentado en un velador ya es de nota. Cada vez que he visto a un pseudonazareno de esta guisa me he permitido llamarle la atención, pero mucho me temo que mis palabras eran causantes de poco efecto,si acaso una respuesta tan amable como “¿Y a usted qué le importa?”. ¿Tan difícil es quitarse la túnica antes de darse el latigazo de tinto o de Cruzcampo?

Les animo, si les gusta esto tanto como a mí, a que me ayuden en esta cruzada contra el capirote quitado. “Póntelo, pónselo”, es el lema. El capirote, idiota. O quédate en tu casa y no salgas de nazareno. Le estás haciendo un flaco favor a tu hermandad y por extensión, a la Semana Santa de Sevilla.

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