La propaganda política va bien, la generación de empleo va fatal. Para ser exactos, no va. España está en recesión y el Gobierno Zapatero es una imagen viva de impotencia...
La propaganda política va bien, la generación de empleo va fatal. Para ser exactos, no va. España está en recesión y el Gobierno Zapatero es una imagen viva de impotencia. Hay que decir que no están solos en ese registro porque de la oposición, por boca de Mariano Rajoy, tampoco hemos oído que tengan grandes recetas alternativas para enderezar el rumbo de nuestra economía.
Fueron los portavoces de algunos de los grupos minoritarios (Durán Lleida por CiU y Erkoreka del PNV) quienes parecen tener otra visión de cómo salir del túnel-visión que en el caso del vasco dobla de paradoja pues su grupo apoyó los Presupuestos de Solbes a sabiendas de que nacían obsoletos porque Zapatero, podía negar la crisis pero no podría pararla.
El caso es que hemos entrado en recesión, tenemos más de tres millones de parados –cifra oficial, la real es superior– y, a falta de soluciones para el problema, hay quien quiere crear otro. Me refiero a la propuesta de Díaz Ferrán, presidente de la patronal madrileña, que quiere que se cambie la ley para abaratar el despido. Indemnización, a razón de veinte días por año trabajado.
Desde la óptica del empresario atenazado por la crisis y, en muchos casos, también por las deudas, la propuesta tiene cierto fundamento. Daría, como quien dice, para ir tirando. Desde la otra orilla, los sindicatos la rechazan de manera frontal y, de momento, también Celestino Corbacho, ministro de Trabajo. El propio Zapatero ha dicho que el Gobierno no está por la labor.
Pero el debate está abierto y a él –en armonía con la patronal– se ha sumado el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Hay que decir en su favor que Mafo defendía la idea antes de su nombramiento. Cosa distinta es la oportunidad de sacar ahora a colación este asunto que, en opinión de otros economistas, tampoco resolvería el problema de fondo. Sería otro palo de ciego. Uno más. Mal vamos.