Acabamos de pasar una mañana en Milan después de un largo viaje por el centro de Europa, esperando la salida nocturna del avión que nos llevaba de vuelta a España. Ana y yo nos hemos topado de cara con la ola de frío, pero una ciudad como Milán, siempre atrae aunque el termómetro se acerque a cero.
Milán es la capital de la región de la Lombardía, en el norte de la república de Italia, pero es indiscutiblemente la principal ciudad de las finanzas, de la industria y de la moda. Milán es una ciudad de paso obligado cuando se habla de negocios en Italia. Es una ciudad grande. Muy grande. Su centro histórico está rodeado de grandes, anchos e interminables viales (avenidas para nosotros) para intentar facilitar, o más bien desastacar el intenso e imposible tráfico. Pero no se preocupe, el transporte público es bastante bueno y el centro de la ciudad se recorre a pie muy fácilmente. Es peatonal en su práctica totalidad, bastante planito y muy entretenido.
En Milán hay una increible colección de palacios y edificios del siglo XIX y principios del XX en estilos neo-clásico, neo-renacentista y art Nouveau. Los podrá ver con simplemente pasear por sus calles, especialmente en el centro de la ciudad. Disfrutará con su aspecto sobrio, rígido. Sus puertas, altas y de grandes dimensiones, acostumbran a dar paso a amplios patios interiores desde los que se accede a pisos de altos techos y generosos espacios. No pierda la oportunidad de entrar al azar en unos cuantos de estos monumentos anónimos. No se arrepentirá.
Plaza del Duomo
Si usted va a Milán y sólo dispone de unas cuantas horas, mi sugerencia es que siga nuestros pasos. El centro de la ciudad es la plaza del Duomo o de la Catedral. Es una vasta superficie de algunas hectáreas que alberga el Palacio Real, la Catedral y las galerías Vitorio Emanuele. La Catedral, imponente edificio gótico que se empezó a construir en el siglo XIV es la tercera más grande en el mundo sólo detrás de San Pedro en Roma y San Pablo en Londres. Es un monumento impresionante: he estado en esta plaza no menos de veinte veces en los últimos diez años y cada vez me sorprende más este increíble monumento.
A la derecha, saliendo del Duomo, están las no menos impresionantes galerías Vitorio Emanuele: cubiertas con grandes cúpulas de vidrio, estas galerías son obra de Giuseppe Mengoni en honor del primer rey de la Italia unida. En forma de cruz y de 1850, las galerías son algo así como “el lugar de encuentro de todos los milaneses”. Es muy divertido sentarse a tomar un capuchino -café con leche espumada tan típico en Italia y exportado a todo el planeta- en alguna de las terrazas de sus cafés. Verá pasar a centenares de hombres y mujeres de Milán, desconocidos protagonistas de una improvisada pasarela de modelos. En Italia, pero especialmente en Milán, todo el mundo es elegante a su manera, yo creo que hasta en un mercadillo se visten con clase. Las tiendas en las galerías son de lo más “fashion”. Entre a ver el local de Prada, es el origen de la firma en 1913 y vale la pena ver la planta subterránea. Pero si lo que Vd busca son las tiendas exclusivas de Milán de las que seguro ha oído hablar alguna vez, váyase por la vía Vitorio Emanuele II hasta la via Monteleone y via dell’Espiga. No le diré el nombre de alguna tienda, pero sí le diré que había una larga cola para pagar. ¿Dónde estaba la crisis?, nos preguntamos al salir de Milán.
Corazón medieval
En dirección opuesta verá las calles peatonales de Via dei Mercanti y Via Dante donde está el pequeño corazón medieval de la ciudad con el Palazzo Della Ragione y la Loggia degli Osii en la piazza Mercanti. En los días previos a la Navidad, esta zona se convierte en un animado mercado navideño donde comprar dulces, queso, embutido o buen vino italiano. Para acabar, al final de la via Dante está el Castello Sforzesco, escenario de algunos de los episodios más importantes de la historia de la ciudad. Construído en el siglo XIV, debe su nombre a Francesco Sforza, Señor de Milán quién reconstruyó el castillo en 1450.
En Milán no se olvide comerse una buena Cotoletta -bistec empanado- o un Risotto Milanese -arroz con azafrán-. En la plaza del Duomo verá en una esquina un café que se llama “Duomo”, entre, pague en la “cassa” y tómese un capuchino, se acordará durante un par de años de un buen café. Sobre qué restaurante escoger, le propongo que busque cualquier “trattoria” o “osteria” de barrio, familiar, que es donde van los milaneses. El postre acostumbra a ser hecho en la cocina y la pasta fresca: En Italia, siempre se come bien.