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El ojo de la aguja

El Puntal de los Ojos Verdes

Quedó asombrado ante la presencia de una ondulación gigante de agua, formando como una especia de rostro femenino en el que destacaba poderosamente dos grandes ojos verdes, de los que desprendían unos destellos inmensos, obligándole a cerrar los ojos y después salir corriendo despavorido.

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La mirada se había filtrado a través de los rayos solares, en el deslizar del rompeolas sobre la tímida orilla. Playa arriba, los barcos almejeros, realizaban sus tareas de arrastre. Los coquineros trabajaban girando en semicírculos sus redes. Estas faenas de arrastre y captura de las coquinas las realizaban en el puntal de los Ojos Verdes, que es como se le llamaba a un entrante de playa hacia el mar.
Interesado en saber el motivo de aquel nombre, un viejo marinero me dijo que aquello era mitad leyenda y mitad realidad. Resulta de que en una de las travesías de los mercantes alemanes que desde Hamburgo llegaban a Huelva, para el traslado de la pirita, la novia del capitán del barco, una rubia holandesa de ojos verdes cautivada por el embrujo de las cálidas aguas del Atlántico, en una noche de luna llena, cuando el barco esperaba turno para entrar en el puerto, la joven holandesa se introdujo en las aguas con la finalidad de bañarse. La chica de los ojos verdes, se perdió en las profundidades, no apareció. Todos los esfuerzos por parte de la tripulación resultaron baldíos.Fueron muchos los rastreos en la zona durante varios días confiados en que los fuertes aguajes pudieran devolver el cuerpo de la desafortunada joven. 
Ocurrió cierto día, pocos meses después, un coquiero que arrastraba sus redes cerca de la orilla, y en la calma de las aguas este hombre quedó sorprendido, por la presencia de una extraña y rara visión. La marea subía lentamente y el sol blandía sus tímidos rayos sobre el rompeolas. El joven Narciso huyo aquella mañana despavorido, lanzando todos sus utensilios y perdiéndose en la lejanía de la playa, para luego comentar por el pueblo marinero lo que había visto Quedó asombrado ante la presencia de una ondulación gigante de agua, formando como una especia de rostro femenino en el que destacaba poderosamente dos grandes ojos verdes, de los que desprendían unos destellos inmensos, obligándole a cerrar los ojos y después salir corriendo despavorido.
De esto, hace ya muchos años, y los lugareños confundidos en mil conjeturas, asociaron la visión del joven marinero, con la desaparición de la holandesa de los ojos verdes, ocurrida unos meses atrás. Lo cierto es que entre la leyenda y lo que haya podido tener de realidad, a esta parte, en la que siempre se nota la presencia de los coquineros, antaño comenzó a llamársele el Puntal de los Ojos Verdes, Fueron muchos los lugareños, que al desputar el alba, y en las subida de las mareas, acostumbraban  a visitar la zona en la esperanza de ser testigos también de la referida visión.

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