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El Santísimo Cristo del Perdón desborda la fe popular en el reconocimiento a su pueblo

Durante su estación penitencial se le impuso la medalla de oro de la cofradía al hermano convaleciente Alfonso Capote

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  • Las tres imágenes desfilaron en un único paso, que aquí se muestra a la altura de la calle Alameda. -
Las dudas meteorológicas de otros años se disolvieron felizmente para permitir una procesión esplendorosa en todos los sentidos; primero en el cristiano y espiritual, pues la cofradía del Santísimo Cristo del Perdón, María Santísima de la Piedad y San Juan Evangelista fue el fiel ejemplo bíblico de los últimos momentos de Cristo en la cruz. Debajo del imponente madero, que este año lució bajo una luna casi llena, su madre contempla el momento terrible del que toma buena nota el apóstol escribano.
El descenso del único paso de la cofradía por los milenarios peldaños de la Basílica Menor de Santa María de la Asunción fue el momento sobrecogedor de siempre. Además, el desfile aportó la única salida del templo de Santa María en esta Semana Mayor, ya que su restauración ha provocado que por segundo año la primera hermandad de la iglesia, la del Prendimiento, haya salido desde San Pedro. La del Perdón lució este año su nuevo paso prácticamente terminado, a falta únicamente de su dorado, que será una empresa prioritaria para esta cofradía que bien saber buscárselas, como por ejemplo trabajando afanosamente en su caseta de feria.
Otras importantes novedades del desfile penitencial fueron el estreno de las maniquetas del paso, de un nuevo puñal que María Santísima de la Piedad clava en su pecho y el llamativo y precioso escudo de la corporación que estrenaron los más de cien nazarenos en su antifaz. Detalles estéticos que pierden ciertamente su valor ante el verdadero espíritu de la hermandad, que encontró su momento, sin duda, más emotivo en el acto consumado en la confluencia de la Plaza Rafael Pérez del Álamo con Camino de Bornos.
En el lugar, la hermandad se detuvo un rato para derretirse en detalles con el hermano Alfonso Capote, un hombre de 60 años con síndrome de Down que todo Arcos conoce, y mejor aún los hermanos del Perdón que le han visto desfilar con la cofradía durante años como uno de sus nazarenos más insignes. Aquejado de una enfermedad y ya sobre silla de rueda, Alfonso recibió de su queridísima hermandad la imposición de la medalla de oro, quedando rodeado para la ocasión, como no podía ser de otra forma, por su familia en pleno, por los responsables de la cofradía y arropado por el pueblo que tanto cariño le ha demostrado siempre por su simpatía y cordialidad. Hermosas y sinceras palabras ante su convalecencia que le susurraron amigos como el capataz del paso Manolo Pavón, el hermano Mayor José Carlos Moreno o el costalero Sebastián Ruiz desde el interior del paso. Al sensible reconocimiento se sumó además una representación de La Permanente del Consejo Local de Hermandades y Cofradías.
Si ya la emoción fue grande y sobradamente trasladada al público, más lo fue con la interpretación de dos saetas por los cantaores locales Luis Guerrero Meinato y Antonio Ortega El Nono desde el balcón de la vivienda de Manolo Vallejo. El respetable no pudo más que irrumpir en un tremendo aplauso, pero sobre todo sincero y extremadamente emocionado ante la escena doblemente sentimental.
A partir de ahí, en silencio y con un acompañamiento popular que hizo gala de ese recogimiento, la hermandad ofreció una de sus imágenes más inéditas subiendo Romero Gago para continuar por la calle Alta y regresar a su templo. Por el camino no sólo dejó el buen quehacer de la banda de tambores y cornetas de las Tres Caídas de Arcos, sino una lluvia de detalles que van desde sus acólitos hasta su amplísimo número de penitentes, pasando por la presencia de viejos conocidos en la representación eclesiástica, caso del ex párroco y ahora sacerdote y hombre de Diócesis en Jerez, el padre José Manuel Guzmán.
Una noche muy agradable por muchos motivos. Más aún para esta hermandad que desde el ecuador de la Semana Santa de Arcos ha sabido cumplir su misión evangelizadora en medio de un fervor claramente palpable.

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