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Notas de un lector

De las jarchas a Gil de Biedma

Por la sugerente nómina lírica que la envuelve, me detengo en la “Antología de Poesía Española”, que acaba de dar a la luz Cátedra, dentro de su colección Cátedra Base.

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El habitual regreso a las aulas en el mes de septiembre, propicia muy variadas novedades editoriales. Por la sugerente nómina lírica que la envuelve, me detengo en la “Antología de Poesía Española”, que acaba de dar a la luz Cátedra, dentro de su colección Cátedra Base.
Dirigida al mundo docente,  la edición ha corrido a cargo de José Mas, quien en su prólogo realiza una notoria defensa del valor que encierra el género poético: “La cara y la cruz de la poesía es que no vamos a obtener ningún reconocimiento mercantil; pero, en cambio, podemos obtener un disfrute que nos compensará suficientemente, siempre que acertemos a encontrar la llave que nos abra la casa de la emoción”. Y añade, como recomendación no sólo a estudiantes y profesores, sino a cualquiera que quiera acercarse al universo lírico: “Hay que acostumbrarse a leer en voz alta algún poema para que nos demos cuenta de que hay muchas poesías que pueden emocionarnos, aunque no entendamos del todo su significado”.

     Tras estos apuntes, la compilación se inicia con una breve muestra de las jarchas, esas cancioncillas escritas en mozárabe que tuvieron su máximo esplendor en los siglos XII y XIII: “Mi corazón se me va de mí./ Oh Dios, ¿acaso se me tornará?/ ¡Tan mal me duele por el amado!/ Enfermo está, ¿cuándo sanará?”.
La lírica tradicional castellana, el Cantar del Mio Cid, el Romancero viejo, dejarán paso en la mitad del XIV al entusiasta “Libro de Buen Amor” del Arcipestre de Hita. De aquí en adelante, la selección realizada por el citado Mas, no hace sino confirmar la excelsa lista de grandísimos e imprescindibles vates que ha tenido nuestra poesía en estos últimos quinientos años.
Así, el lector podrá disfrutar de las célebres coplas manriqueñas, del solemne decir de Garcilaso de la Vega, del verso armónico de Fray Luis de León (“El aire se serena/ y viste de hermosura y luz no usada/ Salinas, cuando suena/ la música extremada,/ por vuestra sabia mano gobernada”), el misticismo de san Juan de la Cruz, el fulgor de Lope de Vega, el cántico romántico de Bécquer y Espronceda, la musicalidad de Rubén Darío, la esencialidad de Juan Ramón Jiménez (“En ti estás todo, mar, y sin embargo,/ ¡qué sin ti estás, qué solo,/ qué lejos, siempre, de ti mismo!”), el neopopularismo de García Lorca, el drama humanista de Miguel Hernández…, hasta llegar a la voz herida de Jaime Gil de Biedma, que sirve, a su vez, como coda.
Con buen criterio, el compilador, acompaña una versión en prosa de los textos medievales, y el resto, lleva breves y aclaratorias introduccionesde los autores y poemas seleccionados.

“La poesía no necesita público, necesita lectores”, sentenció tiempo atrás Juan Ramón. Y razón no le faltaba al genial moguereño, pues si bien la difusión de la lírica actual en España ha aumentado, aún no ha servido para sacarla de su antigua maldición: “la poesía no se lee porque no se entiende”.
A buen seguro, que antologías como ésta, sí que ayudan -y ayudarán- a alejar tan falsa y doliente sentencia.

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