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Las expectativas ante el relevo de Griñán en la Junta

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Es práctica habitual conceder cien días de gracia a los nuevos gobernantes en el ejercicio del poder, tras cualquier proceso electoral.     El beneficio de la duda ante la acción de gobierno por parte del nuevo Presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán Martínez, no es tan obvio, por las circunstancias que concurren en su nombramiento.


    No es fruto del resultado de unas elecciones donde haya sido el candidato a la Presidencia, ni tan siquiera consecuencia de un proceso asambleario, donde han tenido opción otros candidatos. Su nombramiento ha sido una imposición, una proclamación a dedo, un ungimiento.

     La 'dedocracia' partidista del PSOE se ha impuesto de forma poco acorde a los tiempos en que vivimos. Dirimiéndose, además, en términos de política estatal, fuera del debate autonómico, ninguneando o escamoteando incluso al Parlamento andaluz.

    No podemos olvidar, por otra parte, que Griñán ha sido y es, el máximo responsable de la economía andaluza desde abril de 2004; su gestión ha sido decisiva en la agudización de la crisis económica en Andalucía. Es el principal artífice del 'logro' de llevarnos al millón de parados y de encabezar todas las estadísticas negativas en clave social o económica del país y Europa.

    Es, por ello, co responsable en la gestión de Chaves. Sin embargo, tampoco entiendo justo que se reste legitimidad a su elección. El procedimiento ha sido retorcido, pero no ilegal.

    Comparto que el camino escogido por Chaves para huir de la política andaluza, bajo la coartada de la imposición de Zapatero, no haya sido el escenario más acertado. Pero también he de manifestar la convicción de que Griñán puede imponer un nuevo ritmo en nuestra autonomía.

    No nos quepa duda que Griñán parte con las manos atadas (y bien atadas que dirían algunos). Pero debe entender que el éxito o fracaso de su gestión dependerá de hasta qué punto suelte el lastre del régimen socialista del que viene, y no permita que le dirijan su política, como si fuese una marioneta, tomando las decisiones desde Madrid.

    Griñán es un hombre culto y cauto. Sus maneras son distintas a las que habitualmente han utilizado Chaves y Zarrías para consolidar el régimen clientelar que ha domeñado nuestra tierra, impregnadas de sectarismo en sus actuaciones.
    Es cierto que él ha sido el ejecutor de las políticas económicas. Pero ha tenido un gesto inicial que huele distinto al tufillo electoralista al que nos tienen acostumbrados los prebostes del "antiguo régimen".

    Puede que sea casualidad o mero fingimiento, pero la primera reunión pública de Griñán, y sus primeras declaraciones como candidato del PSOE, han sido con los jóvenes (es cierto que de su partido), con los que ha hablado de educación, como el mejor antídoto contra la crisis.

    Bien es cierto que hasta que no conozcamos sus intenciones en el debate de investidura, y sobre todo los nombramientos de los consejeros, no sabremos si se convertirá en un mero instrumento del partido, con lo cual todo habrá quedado en impostura, o si realmente asume que hay que dar paso a nuevas políticas, nuevos modos y nuevas ideas.

    Una de las características del régimen de Chaves, hasta hoy, es que el PSOE ha confundido el partido con la institución que gobierna. Es deseable que el nuevo Presidente marque distancias entre ambos. Y que la Junta deje de ser el instrumento de oposición en que Chaves la ha convertido.         Es bochornoso para nuestra salud democrática, que la verdadera oposición en el ayuntamiento de Almuñécar, y de cientos de corporaciones regidas por partidos distintos al PSOE, especialmente del PP, sean los delegados de la Junta de Andalucía.

    Ese déficit de lealtad institucional, puede y debe ser eliminado por Griñán para consolidarse como el Presidente de todos los andaluces. Sólo así podrá optar a ser candidato en las próximas elecciones. Que esperemos no coincidan con las generales.

    Andalucía está necesitada de acciones contundentes, de una verdadera cirugía quirúrgica, no meras operaciones de maquillaje o estéticas. Es arriesgado afrontarlas, pero imprescindible no demorarlas.

    Cual Hernán Cortés, el nuevo Presidente debe quemar las naves. Deseamos que no se deje caer en manos de Pizarrro (el del clan de Alcalá de los Gazules) y hayamos "cambiado mocos por babas", o sea, sustituir un jiennense (Zarrías), por un gaditano.

    Démosle, de entrada, el beneficio de la duda, deseando que, cuanto antes, acabe desterrando ciertos tics autoritarios del régimen clientelar de su predecesor y protector, Manuel Chaves.

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