El jardín de Bomarzo

Juego de títeres

Vaya por delante que hay pocos espectáculos que me parezcan más bobos que el de títeres, esos muñecotes acartonados y sonrientes que desconocen que son hilos y un ser superior quienes determinan su movimiento y que la suya es una voz camuflada por quien, oculto, no gusta de dar la cara

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“Lo que más se parece a un hombre de la izquierda de este país es un hombre de la derecha…”. Josep Pla.

Vaya por delante que hay pocos espectáculos que me parezcan más bobos que el de títeres, esos muñecotes acartonados y sonrientes que desconocen que son hilos y un ser superior quienes determinan su movimiento y que la suya es una voz camuflada por quien, oculto, no gusta de dar la cara. Pero así es la vida hoy, para dos clases de humanos: o eres títere, la inmensa mayoría, o titiritero. Visto lo visto, este espectáculo nacional diario de desencuentros políticos e intentos de coaliciones imposibles que no parecen conducir a ningún lugar y que solo provocan parálisis institucional y este desfile judicial indecente con los Pujol, Urdangarín e Infanta, Valencia en Pleno de un PP infectado en el que nadie asume responsabilidad alguna y esto le va a costar caro, comisiones sobre cursos de formación y demás altanerías políticas, debe servir de antesala a un tiempo de reformas porque la sociedad civil, la que hace de títere, nota el engaño. Sería estupendo pensar que lo de hoy es el retrato de una etapa que hay que saldar, pagar el que acumule deuda y cerrar para comenzar otra donde reformas en materia jurídica, administrativa, electoral, laboral o sindical mejoren el nivel de convivencia social, ese que desde que la crisis destapara las miserias nacionales anda en permanente estado de alarma. Y la clase política, en general, debería ser la primera en dar ejemplo poniéndole vallas al monte, haciendo un ejercicio de responsabilidad y no anteponiendo intereses personales o partidistas a generales porque la sociedad, aunque algunos se obstinen en pensar lo contrario, no es tan mema como para no percibir que existen hilos finos hábilmente manejados por expertos tirititeros del poder.

Electoral. Se ha visto en ayuntamientos antes y ahora se negocia en España a través de acuerdos que, la mayoría de las veces, la gente no entiende por mucho que se quieran presentar con gramática adecuada. Para ser alcalde o presidente de una comunidad o del gobierno debiera ser necesario tener un porcentaje mínimo del apoyo de los ciudadanos que valide la investidura y, si no se tiene, segunda vuelta; cuando se habla de lo lícito y democrático que son los pactos entre fuerzas que no han ganado unas elecciones no se dice lo ilícito y antidemocrático que es ocultar previamente esa intención, decir incluso lo contrario, engañar a un votante que no sabe lo que harán con su voto cuando dos o tres titiriteros tomen café y repartan el poder sin respeto al designio de la urna. Las intenciones de acuerdos debieran ser anunciadas con anterioridad en función de los programas políticos, pero eso no interesa. Cuando uno vota se convierte en súbdito y ante eso no hay rubor ni desvergüenza por parte de quienes hacen lo contrario a lo que prometieron, juraron, aseguraron que harían, lo cual denota el valor que se da a la palabra dada tratando a los votantes como a seres de masa sospechosa suya cabeza sirve para poco más que sostener sombreros. Es un fraude, lo ha sido en muchas alcaldías donde se gobierna sin tener la representación social necesaria, lo seguirá siendo mientras no se reforme la ley electoral y se acuerden reglas férreas, líneas rojas para que todos, políticos y ciudadanos, sepan con nitidez y de antemano a lo que se exponen. Evitar ese engaño que durante décadas han mantenido los dos grandes partidos por simple y claro interés en un sistema que les beneficia será reforma necesaria de futuro.
Además, clarificar de una vez por todas cómo actuar cuando la justicia actúa contra un cargo público. El antes imputado es hoy investigado, jurídicamente es lo mismo, pero dialécticamente suena distinto por aquello de que imputado parecía condenado antes de ser juzgado. En todo caso, la pregunta es la misma, sea justo o injusto, ¿debe apartase de la vida pública a una persona que está siendo investigada por un juez aún cuando no ha sido declarada culpable? Un político puede ser encausado por robar o enriquecer a terceros, asunto mayor, o por cualquier desajuste administrativo del que igual no es responsable, asunto menor. Lo que no puede ser es que el de uno sea siempre asunto menor y, por tanto se justifique meterle en diputaciones permanentes, y el del otro sea siempre asunto mayor y, por tanto, deban cesarle de inmediato. Ley igual para todos, sin fisuras, sin recovecos para esconder, ocultar o proteger a nadie. De izquierdas o de derechas. ¿Tan difícil es?

Judicial. Quizás el obstáculo mayor que sufra este país y nadie se atreve a afrontar, ni tan siquiera a denunciar en voz alta por cuanto enfrentarse al poder judicial es peligroso y políticamente difícil de justificar, lo cual le convierte en inexpugnable pese a sus evidentes ineficiencias –lo grave del ciudadano holandés encarcelado doce años por error y ahora absuelto es que hace nueve, nada menos, las pruebas de adn pusieron en duda su condena y la justicia ha tardado nueve, nada menos, en rectificar…-. ¿Cuántos años y cuánto daño a todos nos hacen instrucciones eternas y, en no pocos casos, mal hechas como Gürtel, EREs y tantas otras, años y años consumiéndonos ante ellas en espacios informativos, con listas enormes de investigados que luego da la sensación que quedarán en poco, con sospechas preocupantes sobre la politización de los procesos, con un desgaste incuantificable en materia de proyección exterior? ¿Cuánto daño? ¿Cuánto hubiésemos ganado todos, todos, con mayor celeridad instruyendo, juzgando, condenando o absolviendo? ¿Es así en todos los países? No lo parece. Pero de puertas para adentro solo cabe decir “Sí, señoría”, obedecer, acatar, confiar en el criterio objetivo y que no se deje llevar por indicios, rezar, perdonar al sistema por los años que suponen las penas de banquillo y las noches de insomnio… Ser importante, porque cuando no eres más que un holandés errante, que es lo mismo que no ser nadie, resulta más llano el camino a prisión.
Tal vez haya un futuro reformado en el que igual que hoy se juzga la corrupción política se fiscalice, con justicia, la gestión jurídica, al menos la mala y que el corporativismo judicial, quizás el mayor de todos, no tape la ineficacia, la mala praxis.

Social. Claro está que la propia sociedad debe reformarse, pero esto es más complicado cuando en gran porcentaje vota ruptura, incremento del modelo social y del gasto público por encima de poner en valor el sistema productivo. Esta es una sociedad educada a reclamar derechos por encima de reforzar deberes y a trampear cuando la situación se lo permite… Una sociedad que no censura a quienes cobran el paro mientras faenan aquí o allá, que evita el IVA siempre que puede y eso no está mal visto, donde casi todos los alquileres se hacen en dinero B, mucha economía sumergida por todos sitios, insolidaria, mientras se indigna ante la corrupción sin atajar esa otra, la que a diario se hace en pequeña escala y se justifica porque “todo está muy mal y claro…”; una sociedad, hay que reconocerlo, bastante mejorable, sobre todo en su concepto global relativo a la solidaridad, entendida como derecho más que como deber.

Tal vez todo sea cuestión de evolución, eso distingue al ser humano. Hoy me despido sintiéndome títere, cierto, quizás porque este juego idiota ha centrado la semana política en muestra del nivel de la misma, inquietantemente bajo. Solo nos salvó Einstein gravitando y demostrando, cien años después, que podemos, mejor dicho, debemos ser mucho mejores.

Bomarzo

bomarzo@publicacionesdelsur.net

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