Publicidad Ai
Publicidad Ai

Uno más uno

Escucho una gramola a lo lejos. Es un sonido enlatado, por lo que me cuesta identificar la canción...

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Escucho una gramola a lo lejos. Es un sonido enlatado, por lo que me cuesta identificar la canción. Me he levantado con migrañas, y no recuerdo haber bebido ayer una sola gota de alcohol. Aprieto la cabeza contra el colchón, con una mano me agarro la sien y con la otra me arrugo la almohada en la cara. Maldita sea, yo no soy de los que sufren resaca tras una noche de fiesta. Me extraña el olor de las sábanas. No huelen a sudor, a alcohol o a humo. No, simplemente huelen. Y ya se sabe que uno no es capaz de distinguir el olor de su propio lecho, de su propio cuerpo. No importa, seguramente es debido a la resaca, que confunde los sentidos y remueve los recuerdos.

Me incorporo, y lentamente apoyo los pies en el suelo, para descubrir a continuación que una alfombra de un tacto esponjoso como el algodón yace bajo mi lado de la cama. Arrastro los dedos entre sus filamentos con una mezcla de placer y reticencia. Julie ha debido de colocarla ahí en estos últimos días y ni siquiera me he dado cuenta. Lleva dos semanas redecorando la casa de arriba abajo. Cada mañana, o bien me encuentro con un aparatejo nuevo en la cocina, o bien averiguo que uno de los muebles del salón ha sido reemplazado por otro más "cool". Todo sacado, claro está, del último catálogo de Ikea: paragüeros, revisteros, percheros, y toda una gama de cosas acabadas en -ero, que, desde mi punto de vista, no sirven más que para sedar su latente necesidad por marcharse y volar. Lo está renovando todo, así que no me escama la presencia de mi nueva compañera de habitación. Tan solo rezo para que la escalera que lleva al piso de abajo siga aún en su sitio.
No encuentro las gafas en el borde de la mesilla de noche. Sin ellas solo puedo saber dónde están las cosas gracias a las siluetas borrosas que suponen mis ojos. Frunzo el ceño en un pobre intento por dibujar la puerta del dormitorio y ver la cantidad de luz que se derrama bajo el umbral, pero está todo oscuro. Me desperezo, bostezo, y me pongo en pie. Me tanteo la cintura con las manos y me encuentro más gordo que nunca. Será la borrachera de anoche, pero tengo la sensación de que Julie se ha pasado con las reformas. Me cuesta reconocerme en este lugar. Y por si todo esto fuera poco alimento para mi desorientación, descubro que la gramola sigue sonando. Creí que era un sueño, pero ahora reconozco que el sonido proviene de la habitación contigua. Del cuarto de atrás.

ojosdebosque.blogspot.com

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN