En la Catedral de San Juan Bautista de Turín se conserva la popularmente conocida como Sábana Santa, Santo Sudario o Síndone. El lienzo tiene cuatro metros de largo por uno y pico de ancho. En él está plasmada la figura de un hombre con barba y en sus manos y pies se observan marcas de crucifixión. Tradicionalmente se dice que la imagen de la Sábana Santa contiene la imagen de Jesucristo al tiempo de su resurrección. Se dice también que la impregnación es en realidad una fotografía en negativo, debido a la energía desprendida por el resucitado en el preciso momento de volver a la vida.
Entre los mismos miembros de la Iglesia Católica siempre ha existido la razonable duda de que la Sábana Santa sea auténtica y que, por tanto, la imagen en ella estampada difícilmente fuera la de Cristo. Por eso en 1988 la Iglesia encargó un análisis pormenorizado de la tela a tres laboratorios: uno de Suiza, otro de Estados Unidos y otro de Gran Bretaña. Veintiún científicos trabajaron independientemente en el análisis y el lienzo fue sometido a la prueba del carbono 14.
Los científicos de los tres laboratorios, que no se conocían entre ellos, coincidieron en afirmar que la tela había sido fabricada entre los años 1260 y 1390, en plena Edad Media. Eso significaba que en modo alguno la sábana podía contener la imagen de Cristo en el momento de resucitar y que evidentemente la Síndone no podía ser sino una piadosa falsificación, una de tantas habidas a través de los siglos.
A partir de entonces la Iglesia aceptó definitivamente que el Santo Sudario de Turín no contiene la imagen de Cristo, sino que se trata de una pintura efectuada en la Edad Media, habiendo sido tejida la tela en esa época. No obstante el pueblo continúa creyendo que la Sábana Santa de Turín es auténtica y lleva plasmada la imagen de Cristo. A ello no se opone la Iglesia y permite que la Síndone sea venerada por el pueblo creyente, dada la dificultad que supone desbaratar la creencia.
Con referencia al Sudario de Turín, el investigador Juan José Benítez publicó en 1978, en la revista ‘Mundo Desconocido’, que unos científicos de la NASA habían estudiado el Santo Sudario, llegando a la conclusión de que la figura del mismo era la de Jesucristo al momento de su resurrección. Pero la realidad es que la NASA jamás realizó investigación alguna sobre el lienzo. Fueron miembros del Proyecto para la Investigación del Sudario de Turín quienes la analizaron y entre ellos figuraban dos personas vinculadas a la NASA. Estos investigadores partían de la idea preconcebida de que la imagen del lienzo era la del mismísimo Cristo y para ellos la sábana había sido confeccionada sin duda en el siglo primero, pues de otra manera no podría contener la imagen de Cristo.
En el equipo investigador del Proyecto figuraba quien estaba considerado como el mejor microanalista del mundo, el científico Walter McCrone. Dado que, tras analizar el Sudario detenidamente, expuso que lo estampado en la tela era pintura roja y no sangre, fue expulsado del Proyecto. Más adelante el profesor Vittorio Pesce, antropólogo de la Universidad de Bari, demostró en 1980 que la tela había sido inequívocamente urdida en el siglo XIV y que no era producto del siglo I. Ello molestó a los defensores de la autenticidad de la reliquia, interesados en la veneración de la misma por motivos que no podían ser más que económicos. En 1988 fueron confirmados por científicos de Suiza, Estados Unidos y Gran Bretaña los estudios de los profesores Pesce y Mc Crone, en el sentido de que la Sábana Santa de Turín fue creada en el siglo XIV.
Realizadas más investigaciones sobre el asunto, se supo con certeza que, efectivamente, la Síndone había aparecido de buenas a primeras en el pueblo francés de Lirey, precisamente en el siglo XIV. La que se estimaba como reliquia había sido donada por la viuda del caballero Geoffroi de Charny y fue expuesta en la Colegiata de la población. Por entonces existían otros lienzos, más pequeños, con el supuesto rostro de Cristo, como es el caso del Pañolón de Oviedo.
Más tarde aparecería en Jaén el hoy llamado Santo Rostro, que no es otra cosa que la antigua Verónica de la que habla Cervantes en el Quijote. El rostro en realidad es el de una mujer (una de las famosas tres diosas del viejo dolmen sobre el que está levantada la Catedral de Jaén) al que posteriormente se le añadieron unas barbas para poder presentar la imagen ante los fieles como si fuera de Cristo.
Como diez años después de que la Síndone fuera exhibida en Lirey, el obispo Henri de Poitiers realizó una investigación a fondo sobre la procedencia de la misma y descubrió quién había sido el autor de la falsa reliquia. Y tres décadas más tarde el obispo Pierre d’Arcis, de Troyes, se dirigió al Papa Clemente VII, que se refugiaba en Aviñón, y le comunicó que estaba demostrado que la Sábana Santa que se exhibía en Lerey no era auténtica, sino que se trataba de un montaje que permitía recaudar cuantiosos fondos al clero de aquella diócesis.
En 1390 Clemente VII emitió una bula autorizando la exposición del lienzo, con la condición de que se advirtiera a los devotos que se trataba de una pintura y que no figuraba en él el rostro del Señor. Ello fue observado por unos cincuenta años, hasta que en el siglo XV la nieta de Geoffroi de Charny, Marguerite de Charny, expandió el rumor de que la imagen de la tela correspondía al propio Cristo, lo que automáticamente fue creído por el pueblo. La creencia adquirió resonancia a partir de la venta del lienzo a los Saboya, quienes le atribuyeron hechos milagrosos. Los Saboya donaron el lienzo a la Catedral de Turín, donde se venera como si contuviera la imagen de Jesucristo.
En 1898 el lienzo fue fotografiado por el abogado Secondo Pía, quien creyó descubrir que la imagen era en realidad un negativo fotográfico. Pero no advirtió que las manchas de la supuesta sangre seguían siendo rojas, cuando en un negativo no serían de tal color. La barba del personaje era negra, lo que suponía que la barba del original sería blanca y Cristo, de unos 33 años, no tendría la barba blanca como un anciano.
Finalmente la idea de que el lienzo era un negativo quedó descartada cuando un estudio médico reveló que la imagen no era la de un cadáver, dado que tenía los genitales tapados con las manos, algo imposible en un cadáver. Así, pues, la Sábana Santa de Turín, sin criticar que sea venerada, se trata en realidad de un demostrado engaño urdido por clérigos del siglo XIV en la población francesa de Lirey.