Mientras el espárrago blanco asomaba en Bedmar y una flota de coches seminuevos de concesionarios y compraventas atraía a la nueva clase media de asalariados-postcrisis hacia Ifeja, el viernes, el Psoe de Jaén escenificaba en el pis pas de un par de canutazos de prensa su nueva estrategia con respecto al tranvía.
Felipe López y
Julio Millán protagonizaron la presentación formal de la solución final para la puesta en funcionamiento, entre finales de año y principios del siguiente, del sistema tranviario jaenero. Primero la declaración de su carácter/interés metropolitano y, a renglón seguido, la gestión y la explotación del servicio por parte de la Junta. Y al nuevo tranvía, como al trenecito del
Payaso Criollo, aquél que seleccionaba el pasaje en cada parada primando los modales más exquisitos, se subirán, paulatinamente, con normalidad, cuantos participan del presente de la política jaenciana, empezando por
Julio, el aspirante, para quien todo fue rehecho, siguiendo por
Raquel Morales, que ya predijo tranvía antes de finales de año, con la seguridad que da beber de la fidedigna fuente de
Juan Marín, y no olvidándose del alcalde,
Javier Márquez, un señor muy pragmático a quien debe importar ya muy poco que su predecesor continúe empecinado en quedarse en tierra.
En cambio, no estará precisamente invitado en el primer viaje de prueba a patrimonializar nada del logro, como quedó visto para sentencia con su reciente relevo, el
delegado on the road,
Rafael Valdivielso, que lideró sus obras a la carrera en el frontispicio de las municipales de 2011 y bien podría haberlas rentabilizado personalmente pasado mañana. Porque si el bicho bullera, al fin, dos campañas electorales después, el PSOE estaría en condiciones de retroceder el reloj en la ciudad de Jaén 8 años y 120 millones de euros para afrontar una cita con las urnas, no desde el poder consistorial de Santa María, como en esos tiempos de
Carmen Pura, sino desde la opulencia diputacional de quien hace hoy oposición en el Ayuntamiento esgrimiendo poderosas armas de gobierno, de San Francisco a San Telmo, es decir, el nuevo virrey de la política regional,
Paco Reyes. Un indudable golpe de efecto. No el tranvía de
Peñalver,
Zarrías,
Valdi y su extinta compañía. Nada del peluquín. Es el tranvía de
Paco Reyes, con todas sus letras, como el ‘Olivo Arena’. O sea.
Juan Fernández, el todavía alcalde de Linares, tampoco está invitado a subirse ya a ningún tren de la marca PSOE. Pintan bastos a
Juanito. Obstinado en morir matando, eso sí, terminó la pasada semana suspendido cautelarmente de militancia bajo la imprecisa acusación de irregularidades contables en su larga etapa al frente de la agrupación local del partido. 19 años y 5 victorias electorales más tarde, Fernández queda apartado de la tentación de presentarse con las heridas sangrantes a unas hipotéticas, por improbables, primarias para elegir alcaldable contra el candidato oficialista del aparato, la nueva mayoría, la encarne
Dani Campos,
Pilar Parra o
Ana Cobo. O el mismísimo sursuncorda, si se terciara, que para el caso viene a ser lo mismo. La enemistad manifiesta del PSOE linarense con
Susana y la Junta no podía ser eterna, y menos aún que ese enroque constituyera la principal seña de identidad del PSOE linarense. Por eso, diseñado ese punto de inflexión, el vaso de la paciencia hasta arriba, o simplemente que
Susana Díaz se lo pidió de una vez como Dios manda a
Paco Reyes,
Juan Fernández perdió, casi de golpe, el tren del respeto y la complicidad del resto de dirigentes locales, y, por descontado, de la cohorte de delegados, diputados y demás empleados del partido que desde entonces dejaron de guardarle el aire y de reírle las gracias. El principio del fin. Cuando no te quede otra que repetir la deriva de otros ángeles caídos antes que tú y termines encabezando una lista independiente con la vista puesta en no acabar siendo absolutamente contingente. A
Juan Fernández le propusieron salidas más o menos decorosas. Su empecinamiento ahora le puede salir caro. Cualquier otro correligionario en su pellejo, psicólogo con experiencia laboral concentrada en los servicios sociales públicos, tras veinte años de alcalde, tendría abrochado un lugar donde pasar el invierno. Me cuentan que no, que no tiene plaza consolidada en la administración, y que cualquiera se pone ahora, de esa guisa, con esos pelos de tránsfuga, a intentar arreglar lo irreparable. Expulsado a las tinieblas exteriores con 58 tacos. Fuera hace mucho frío. Y no dirá que no estaba avisado. En el fondo, siempre le tuvieron en estima.