Destellos

Publicado: 01/09/2014
Como me ocurre prácticamente todos los veranos desde que un maravilloso día decidiera acoplar mi trasero en este municipio, son muchos los amigos y familiares que en estas señaladas y calurosas fiestas deciden visitarme. Es lo que tiene elegir vivir, procrear y reproducirse en una esquina tan espectacular del litoral andaluz. En otoño y en invierno, las visitas se reducen, para volver a aumentar progresivamente cada primavera, llegando a su punto más álgido en pleno estío. Evidentemente sé que no solo les atrae mi fantástica e inigualable personalidad. No solo les atrae mi inmaculada alma, ni mi corazón de vaca adiposa.  También les atrae las playas, los pinares y el buen comer de esta tierra que cada día más que besar, fornica con el mar. Barcelona, Madrid, Málaga, Valencia, Londres, son algunos de los lugares de procedencia de estos mis amigos y familiares. Lugares donde laboran durante el año, plazas donde procrean y se reproducen. Ciudades con mucho encanto, cada cual a su manera, pero ninguna posee costas tan hermosas como las nuestras, como esa razón de ser que se despierta en Camarinal para adormecerse al atardecer entre los gritos de venganza y dolor de los hombres que murieron en Trafalgar.

Destellos de un universo generoso, destellos de plena luz y de enormes lunas que en la mar rielan, que en la mar guían barquitas que vomitan sus tesoros en la lonja o en el muelle de los cabrones. Destellos de una buena vida que a veces en un simple reflejo, o como bien diría el jodido anglosajón de William Shakespeare, reflejos de un sueño de verano, pues si en Madrid se canta aún aquello de que al llegar agosto, vaya, vaya, aquí no hay playa, bien podríamos cantar nosotros algo así como que al llegar septiembre, vaya, vaya, aquí no se trabaja porque, tristemente, faltan empleos más allá de un sector servicios que al igual que los osos y otros animales, hiberna  cuando el invierno se acerca.

Todos estos colegas y familiares, a los que amo con locura, jejejeje, no dudan en repetir que vivo, vivimos en un paraíso. Es cierto, pero hay días en los que me entran ganas de decirles que, como ocurría en aquel Edén en el que Adán y Eva se repartían manzanas, besos y desnudez, algunas cosas faltan, sobre todo cuestiones que dependen de las administraciones públicas.

Lo que quiero dejar meridianamente claro es lo siguiente. Estos seres queridos que se interesan por mi estado de felicidad mientras mojan sus pinreles en la playa, también traen en sus equipajes de mano quejas de sus ciudades, de sus trabajos, de sus día a día, de sus familiares. Pero todos se rinden ante la tranquilidad que se respira en este nuestro Barbate. Todos coinciden en señalar que vivimos en una especie de burbuja, una burbuja que explota al este y al oeste, puesto que Conil, Vejer y Tarifa están masificados en verano, lo que conlleva agobios varios y aumentos de precios hasta a la hora de mear.

Reflexión que no es del agrado de nuestros empresarios turísticos que se dejan la salud y las horas luchando para sacar a Barbate de esa burbuja de la que parecen huir los guiris, es decir, ese turista rubio, de ojos claros, que lleva chanclas con calcetines y la cartera bien llena. Empresarios barbateños que merecen algo más que un aplauso, el reconocimiento institucional o una mención en una mierda de artículo como este, merecen que los impuestos que pagan al final sirvan para algo más que para ver cómo La Vuelta  Ciclista a España roza una esquina del pueblo junto a una gasolinera, merecen que sus impuestos y sus sacrificios sirvan para que sus aceras estén limpias, para que baldeen en un futuro no muy lejano el paseo marítimo, para que las farolas dejen de estar  tuertas, para que algún mago se le ocurra montar unos hoteles como los que tiene Conil, esos que atraen turístas rubios que pasan del Mercadona y que no vienen con el maletero lleno incluso de bombonas. Merecen que se les escuche, que se les ayude, y que sus demandas no se las lleve el viento y tengan eco en el  Ayuntamiento. Merecen que cuando hablen de que vivo en un paraíso, no me quede pensando si será cierto que allá en el Edén, a Adán y Eva también les hagan pagar la depuración fija, la variable y la que se invente la ‘hurta’ madre de aquellos que simplemente se dedican a cerrar los ojos y abrir la mano.

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