Carlos y Rocío han vivido una de las semanas más duras de sus vidas. Junto con sus dos hijas, de 9 y 4 años, han pasado estos últimos días en viviendas de familiares, lejos de sus pertenencias, de sus recuerdos y del calor de su hogar. El fuego se lo llevó todo por delante la fatídica madrugada del pasado 10 de diciembre, cuando ardió por completo una de las estancias del octavo piso en el que residen en la urbanización Bellavista, en La Línea. Todo sucedió muy deprisa, como relata Carlos, el padre de familia.
“Parece ser que todo se originó con una regleta en un pequeño cuarto de oficina que tenemos en casa”, comenta. El joven estaba cenando tarde, hacia la una de la madrugada, mientras sus hijas dormían, y de repente él y su pareja escucharon una especie de “explosión”, seguida de un fuerte olor a quemado. “Al llegar a la habitación vi el fuego, una imagen que se quedará en mi cabeza”, indica Carlos, quien intentó, primero con un cubo lleno de agua, luego con una manta empapada e incluso con un extintor del relleno, sofocar las llamas, sin éxito. Una vez que comprobaron que no podrían apagar el fuego sin ayuda, llamaron a emergencias y avisaron a la Policía Local, avisando en su camino a todos los vecinos.
El bloque, con unos 160 residentes, fue desalojado rápidamente, y por suerte no hubo que lamentar daños personales. Sin embargo, ellos lo han perdido prácticamente todo. La estancia donde se originaron las llamas ha sido la más afectada, relata Carlos.
La ventana ha desaparecido por completo, y el fuego ha calcinado cortinas, el escritorio, un ordenador portátil y numerosos enseres, ya que utilizaban este cuarto como una especie de trastero. La cocina, recién amueblada, está destruida por la afectación del humo, lo mismo que el salón y el resto de habitaciones de la vivienda. El piso es de protección oficial, y por tanto de la Junta, y al no contar con seguro propio de hogar esperan la valoración de un perito para ver si, a través de la administración autonómica, pueden hacer frente a algunos de los gastos.
No tienen mucha fe en ello, y el coste de las reparaciones se elevará a varios miles de euros. Carlos asegura, también, que el Ayuntamiento se ha ofrecido a pagarles un par de meses de alquiler, pero encontrar un piso alquilado en La Línea, a un precio competitivo, es una misión imposible, en especial en estas fechas, y por ello residen, en este momento, en casa de la abuela de Rocío. A todo ello se une la delicada situación económica que vive esta familia. Carlos está en una baja de larga duración y su pareja es “limpiadora independiente” de un par de familias en Gibraltar. Con ello no les llegaba más que para sobrevivir dignamente, y ahora están poco menos que en la ruina. Es por eso que se ha producido una ola de solidaridad a través de las redes sociales. Familiares y conocidos han dado a conocer el caso y varios medios de comunicación ya se están haciendo eco.
A través de bizum y donaciones personales, la familia ha recibido cierta cantidad de dinero -mucho menos de lo que necesitan, por desgracia-, muebles, bolsos y numerosos enseres, de gente tanto del Campo de Gibraltar como de la misma Gibraltar. La familia se ha puesto en contacto con VIVA para agradecer la rapidez con que la sociedad campogibraltareña ha reaccionado ante su situación de emergencia. “Los pobres debemos de ayudarnos entre nosotros”, comenta Carlos. “Me entristece y me duele que personas con pocos recursos hayan aportado y dado lo que no tienen”, mientras aquellos a quienes les sobra permanecen sentados.
