Cuando uno está inmerso en el día a día de la comunicación siente que el tiempo pasa más deprisa. En esta vorágine diaria de ruedas de prensa, comunicados, teletipos y teléfonos echando humo queda poco tiempo para reflexionar sobre el significado de lo que hacemos, lo que aportamos a la sociedad a la que nos dirigimos, y en qué grado podemos influir en la realidad que nos rodea. Al final, esto es un trabajo, con sus rutinas y sus procedimientos, pero tiene algo que es, a la vez, positivo y negativo, y es que cada jornada es absolutamente imprevisible. Podemos tener sobre nuestra mesa todo un catálogo de previsiones una mañana, y a lo largo del día esa realidad diaria que parece diseñada en un papel se transforma en algo inesperado, estimulante, que pone alerta nuestro instinto y nos da la razón para seguir consumiendo, en la mesa de redacción o en la calle, las horas de nuestras vidas.
Por encima de las diferencias, peculiaridades, habilidades y manías de todos y cada uno de los redactores que han pasado por esta casa se han impuesto siempre unos valores de trabajo, honestidad y vocación de servicio a nuestros lectores, un espíritu que intentamos mantener vivo, que nos ha permitido conservar la fidelidad de nuestro público, incluso en los momentos más difíciles, y que nos ha dado la posibilidad de subsistir a pesar de la tremenda crisis en que se está viendo envuelta la prensa escrita.
El azar ha querido que haya sido durante mi etapa como director la celebración de este número 5.000, y ante tal responsabilidad sólo cabía entregarles un número especial, que hiciese justicia a todas y cada una de las personas que, como yo, un día se encontraron tomando las riendas de esta pequeña gran familia periodística. Les invito a repasar con nosotros las noticias que más nos impactaron, aquellas que nos emocionaron y conmovieron, que nos enseñaron algo o que nos impulsaron a hacer mejor, entre todos, a esta comarca, tan castigada e infravalorada a lo largo de décadas.
No quisiera terminar mi artículo sin dedicar este 5.000 a nuestros fieles lectores, y también a todos y cada uno de los trabajadores que pasaron por esta redacción, con dos menciones muy especiales: Pedro García Vázquez, director fundacional de este diario, que se arriesgó a dar trabajo a un jovenzuelo inexperto que apenas había comenzado a conocer esta comarca; y a Alejandro Domínguez, mi predecesor en el cargo, quien tiró de su inapelable capacidad de convicción para traer de vuelta al hijo pródigo, inmerso en arriesgadas aventuras periodísticas, e inculcarle la vocación de tratar de hacer, simplemente, el periódico que todos querríamos leer. Ahora, entren y disfruten.