La Real Academia Española de la Lengua celebra en 2013 sus 300 años de existencia. Precisamente esa misma efeméride se celebra del Tratado de Utrecht, por el que España cedió Gibraltar a Gran Bretaña. De esa escisión nació una parte importante del habla del Campo de Gibraltar, una comarca que ha desarrollado un lenguaje singular y único que ha permanecido al margen de la Academia.
Del contacto con el inglés de la colonia británica se ha desarrollado un vocabulario particular que sumado al ya existente en la comarca ha conformado un universo lingüístico que ha permanecido durante 300 años en el Campo de Gibraltar y cuyo contenido, si bien sigue vivo, empieza a ser arcaico. La extensión del inglés como segundo idioma en el sistema educativo español y el consiguiente mayor dominio de esa lengua provoca que esa mezcla cada vez se dé menos, puesto que a los vocablos ingleses que siguen llegando de manera constante se les da un uso semántico correcto, al margen de su pronunciación.
Ese fenómeno de mezcla de lenguas ha sido analizado por lingüistas durante años, si bien la bibliografía al respecto es muy escasa. Ya en la tesis de licenciatura de Diego Gómez Fernández, titulada Constantes en las adaptaciones fonético-fonológicas inglés-español y andaluz, a partir de las interferencias léxicas inglesas en el Campo de Gibraltar, de 1977, de la cual se publicó un resumen en el número 3 de la revista Cauce, dice el autor que “Asombra el simple pensamiento de que en ninguno de los autores que se han ocupado de los anglicismos no se haga una sola mención del fenómeno en esta zona: Gibraltar y su Campo, por razones incomprensibles desde el punto de vista lingüístico, sencillamente no han existido para los lingüistas”.
Este mismo autor señala que el cierre de la Verja hizo disminuir el fenómeno debido al aislamiento, aunque entre la población de Gibraltar sí que siguió influyendo de manera notable el español para reforzar su particular lenguaje: “El 10 de junio de 1969 se cerró algo más que la frontera hispano-gibraltareña: se cerró la posibilidad de registrar un fenómeno de préstamo lingüístico popular en toda su vivacidad en hablantes andaluces, en su mayoría no cultos (15), y esencialmente transmitido por vía oral”.
Ahí reside una de las claves del intercambio lingüístico y es que su aplicación es exclusivamente oral, pero no escrito. Así lo señala Raquel Benítez Burraco en su artículo El habla de Gibraltar: Notas para un estudio léxico-semántico, publicado en el número 18 de la revista Almoraima, en el que remite a una encuesta realizada por S.J. Ballantine a primeros de los ochenta de la que se concluye que “el español es el idioma que predomina en Gibraltar para la comunicación interpersonal y el uso social y que el inglés es el idioma que predomina en los aspectos más formales del uso del idioma, como la lectura y la escritura”. Es en esas relaciones sociales entre habitantes de los dos lados de la Verja de donde parte esa influencia en el habla de la comarca.
Designar novedades
La incorporación de anglicismos, con la particular modificación de los mismos que se da en la comarca, radica en el contacto oral entre los dos lados de la Verja. En la mayoría de los casos, como sucede a nivel general en toda España, esa incorporación se produce para denominar realidades nuevas que no existían y que llegan procedentes del extranjero.
Así lo indica Emilio Alfaro en El anglicismo en la España de hoy: “Podemos dar nombre a las cosas nuevas que lo tienen en otra lengua, ya apropiando el exotismo, ya recurriendo al proceso simple, natural y corriente de castellanizar la voz extranjera, ya apelando a formaciones con raíces griegas o latinas o con afijos y sufijos”; a lo que añade Diego Gómez: “La segunda de estas posibilidades es la que eligió el hablante del Campo de Gibraltar, como medio de incorporar los signos que designaban realidades no conocidas por él y que le llegaban a través de su contacto con Gibraltar”.
Habla única
La obra más reciente sobre este tema es El habla del Campo de Gibraltar, de Sebastián Montero, publicado en 2010, que recoge 420 entradas en una suerte de diccionario de palabras propias del Campo de Gibraltar, en su mayoría procedentes de ese intercambio constante con el inglés, aunque aclara que no todas proceden de este flujo. Algunas son de origen italiano, hebreo, árabe y el mundo rural.
“Esta zona es una mina que no existe en ningún otro punto de Andalucía. Dudo que en el mundo, salvo en ciertas colonias, haya algún habla parecida en el que se mezclen varios idiomas. Pero la extensión de vocabulario es única”, subrayó Montero en la presentación de su obra.
Montero puntualiza también que “en Gibraltar hay un cambio de código, no es spanglish, eso es lo que se da en Estados Unidos con la comunidad latina, con una marginación también en el lenguaje. En Gibraltar se conservó el andaluz de los años 60, pero el andaluz ha evolucionado y se va acercando a la norma por la presión de los medios, por el desprecio”.
En el prólogo del libro de Montero, el sanroqueño Antonio Pérez Girón coincide en que “con el cierre de la Verja, en las escuelas de Gibraltar se prohibió el español y quedó para el ámbito familiar. Las nuevas generaciones del Campo de Gibraltar no emplean esas palabras, perdidas en la práctica. El yanito sí mantiene su propia forma de hablar. El habla del Peñón no evolucionó”. El propio Montero señala, respecto a estas palabras tan características que “muchas son arcaizantes y otras no tanto, pero están a punto de serlo”. En cualquier caso, siguen ocultas en el taró para la Academia