Campo de Gibraltar

El Grupo de Pingu, las orcas más asentadas en el Estrecho

Un estudio de CIRCE propone medidas ante el incremento de la interacción de los cetáceos con las embarcaciones

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El colectivo de investigación de cetáceos CIRCE ha acabado un estudio, cuyos resultados han sido presentados al Ministerio para la Transición Ecológica y el Ministerio de Transportes a través de los buzones institucionales oficiales, sobre las interacciones con orcas que se llevan observando a lo largo de los últimos tres años en las costas de la península ibérica. Este trabajo es resultado de tres años de análisis de datos sobre interacciones, y utiliza los más de 25 años de investigación que tiene la entidad sobre dinámica de poblaciones, fluidez de estructura social, comportamiento y transmisión cultural de la orca ibérica.  

Las últimas líneas de investigación a lo largo del planeta demuestran que a medida que las actividades humanas se desarrollan con mayor frecuencia y extensión, aumentan las situaciones en las que se generan conflictos con animales. En este sentido, las orcas ibéricas se han visto expuestas a interacciones con seres humanos en los últimos 20 años en el Estrecho (pesca, whale watching, investigación. Según apunta CIRCE, este tipo de prácticas han tenido como consecuencia en un aumento de la habituación y por tanto un aumento de interacciones entre embarcaciones de avistamiento de cetáceos y las orcas.

La primera conclusión de este estudio es que estamos ante los mismos grupos sociales o familias. Este hecho es fundamental para entender el fenómeno. Las observaciones de los individuos que más repiten este tipo de comportamiento estarían vinculadas concretamente a dos individuos nacidos entre 2013 y 2015. Estos dos individuos, asociados al grupo social denominado “Grupo de Pingu”, conocido desde el 1999, son dos juveniles que solían acercarse a las hélices de barcos de avistamiento de cetáceos y de barcos de investigación en el Estrecho cuando sus madres y abuela cazaban atunes en las aguas del estrecho. Según el coordinador del estudio, el Dr Renaud de Stephanis, “estas dos orcas adoraban ponerse en el chorro creado por la hélice de las embarcaciones, quedándose debajo del barco durante a veces más de media hora, mientras sus madres cazaban”. Este tipo de comportamiento se observó de manera casi constante entre los años 2016 y 2019, fecha en el que estas dos orcas cambiaron de tipo de comportamiento. A partir de este momento, las orcas empezaron a interaccionar no solo con embarcaciones de avistamiento e investigación, sino también con veleros, normalmente grandes y provistos de elementos móviles como palas de timones muy grandes. Al principio simplemente jugaban sin producir daños, con las palas, pero debido al crecimiento lógico de estos individuos y el aumento de fuerza se ha llegado en ocasiones a partirlas, sobre todo si las palas no estaban en buen estado de conservación.

En este momento se ha creado una alarma social tremenda debido a unos videos de estas interacciones, en la costa de Galicia. Según el Dr. de Stephanis, “en el primer video que pudimos observar vimos claramente que el comportamiento del velero era muy agresivo hacia las orcas. Probablemente las orcas lo entendieron como una reacción a su juego y por ello siguieron reaccionando. Cualquier tipo de reacción a su juego solo creará más reacciones por parte de los cetáceos. Si imaginamos un cachorro de perro que viene a jugar con un hueso de cuero estaríamos ante la misma reacción. En este sentido si la orca viene a jugar con nosotros y paramos, gritamos y dejamos el barco al pairo, provocando que el timón siga moviéndose, solo haremos que aumente el tipo de comportamiento.”. De nuevo según el Dr de Stephanis, solicitar a las embarcaciones que paren y dejen elementos móviles a disposición de las orcas es un error que solo hace, como estamos viendo desde 2019, que aumente las interacciones con resultado negativo.

Según el Dr Almunia, miembro de la Fundación Loro Parque y experto en comportamiento de orcas, “en animales tan sociales e inteligentes como las orcas, el alimento no tiene porque ser la motivación principal para una interacción con personas o infraestructuras humanas ya que simplemente el juego o los comportamientos exploratorios pueden ser extraordinariamente reforzantes para los animales, por lo que pueden hacerse cada vez más frecuentes e incluso transmitirse de forma horizontal (a otros individuos del grupo o de otros grupos).”

Por tanto, la conclusión es que estamos asistiendo simplemente a un comportamiento lúdico, que estamos, sin saberlo, y a través de recomendaciones a veces sin fundamento científico, aumentando. En este sentido desde CIRCE se solicita al Ministerio para la Transición Ecológica y el ministerio de Transporte, de forma urgente que se ponga en marcha el plan de Conservación de las orcas y se aumenten las medidas que se aplican en la zona de exclusión de orcas al resto de la península ibérica. El condicionamiento de juego al que están siendo expuestas las orcas hace que se deba de seguir una estrategia a nivel ibérico, pero que sobre todo se base en ciencia. En este sentido CIRCE pone de manifiesto la urgencia de aplicar las siguientes medidas a corto y medio plazo, si queremos evitar males mayores hacia las embarcaciones, o hacia los animales o seres humanos.

Creación de un plan de acción en 3 fases, buscando como objetivo la modificación del comportamiento. Para ello lo fundamental es proveer alternativas que permitan la modificación de la motivación que lleva a las orcas a acercarse a las embarcaciones. Este cambio se llevará a cabo mediante el uso de condicionamiento operante, tanto con refuerzo positivo como, si no hay más remedio, con refuerzo negativo.

En una primera fase , se buscará eliminar cualquier tipo de reacción por parte de cualquier embarcación. Sería una fase en la que el objetivo sería ignorar a las orcas. Para ello, se debería de prohibir taxativamente el acercamiento de cualquier tipo de embarcación (como se obliga en la zona de exclusión del área crítica de orcas incluida en su Plan de Conservación, pero en toda la cosa nacional). En caso de que las orcas fuesen, como ocurre en muchos casos, las que se acercaran el barco no debería de cambiar de comportamiento en ningún momento, siguiendo su ruta inicial y sobre todo no ofreciendo elementos móviles, elementos acústicos (gritos, etc) a las orcas. Esta fase debería de extenderse cuanto antes hasta los meses de marzo, fecha en las que las orcas volverán al Estrecho.

La segunda fase se iría preparando a través de las autoridades competentes poniendo en marcha el comité científico que incluye el Plan de Conservación de las orcas Ibéricas, que, a pesar de haber sido aprobado en 2017, no ha empezado aún a desarrollarse. En esta segunda fase, (entre marzo y junio), y en una hipotética tercera fase, se estudiaría la posibilidad de aplicar refuerzos positivos o si hiciese falta negativos (acústicos, por ejemplo) respectivamente, para erradicar el comportamiento. Como dice Juan Manuel Salazar Sierra, experto en la utilización y análisis de la interacción de los cetáceos con dispositivos disuasorios de sonido, “ Es importante recalcar que el uso de los estímulos negativos (ruido, molestias, etc.) puede ser adecuado como una primera aproximación, pero es importante usarlo de forma adecuada porque en el caso contrario puede resultar totalmente ineficaz. Para modificar la motivación del animal (y extinguir el comportamiento no deseado) es muy importante que se utilice en el instante adecuado”. Por ello es importante que no se utilicen de forma discriminada ya que podría tener un efecto contrario al buscado, y ha de ser evaluado por parte de expertos en comportamiento animal y en expertos en orcas.

En definitiva, estamos ante un proceso de aproximación y habituación de las orcas al ser humano que el mismo con sus actividades náuticas ha provocado y es por tanto necesario que a través de científicos expertos en la materia se tomen una serie de medidas como las apuntadas por CIRCE para que en futuros encuentros casuales no haya que lamentar ningún tipo de daño material o en el peor de los casos al propio animal o ser humano. 

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