La vida de Trifón era la de un superviviente. Se había tenido que adaptar a todo tipo de personas y personajes, convivir en los ambientes más exquisitos y refinados y superar las mayores adversidades siendo el mismo y todo lo contrario, si el guión así lo exigía, y como estos famosos reptiles había aprendido a cambiar de color según las circunstancias. Navegaba como un verdadero maestro entre la cordura y la locura sin perder la compostura, capaz de generar crispación en los momentos de sofocación y suavizar las tensiones y dejar atrás rencores , quedarse con la boca abierta ante el gran seductor e intentar deslumbrar al prójimo con armonía y alegría .
Entre tanta prosa poética y poesía prosística, Trifón no tenía un pelo de tonto y procuraba no cometer errores innecesarios, incluso en los peores momentos procuraba liberarse de pensamientos negativos y se sentía más profundo en lo sentimental y menos banal en lo afectivo.
En su ir y venir, en su subir y bajar, en el vaivén permanente entre la derecha y la izquierda, se pavoneaba o emborrachaba, creyéndose en la cima del mundo o escuchando con atención a los demás, no temiendo a las dificultades y a los fracasos o huyendo de las situaciones que le podían causar estrés o ansiedad. Camaleón tenía como todo bicho viviente, buenas y malas rachas, y entre la tierra en la que habitaba y el cielo que se fabricaba para imaginar, no temía a las dificultades y a los fracasos, aunque cada día se esforzaba en no rendirse ante los ataques de los mediocres y envidiosos. En su ceremonial de sacerdote del placer, pasaba página ante los triunfos vacíos y las batallas perdidas en lugar de alimentarlos con la retórica nostálgica de quien ha sido incapaz de celebrar los buenos rollos y ahuyentar los malos.
TC, iniciales de nuestro sujeto, sabía que en esta sociedad del usar y tirar, no es muy conveniente dejarse llevar de los apresuramientos y convenía ser mesurado, tranquilo, paciente y templado para no meter la pata, pensándose las cosas una y mil veces, aunque en ocasiones tampoco era mala cosa utilizar nuestra intuición en la toma de decisiones. También nuestro singular actor, entre los muchos líos y enredos que el había provocado o le había tocado vivir, entre las maniobras de distracción que había montado para que los demás no se fijarán en lo importante y miraran para otro lado, había descubierto que cuando alguien dice que se va, ya se ha marchado.
A lo largo del tobogán de su existencia, lo había vivido todo y se lo había bebido casi todo, los duendes y las hadas propicias y el azar y la fortuna de espaldas, la desesperante y deprimente rutina y la motivadora e ilusionante novedad de afrontar nuevos retos y proyectos.
Después de tanto tiempo, entre tanta actividad frenética, se dio una tregua para pensar y reflexionar, y llegó a la conclusión que la ausencia de argumentos no es argumento de ausencias, y como su mente era una fuente inagotable de imaginación y creatividad, decidió tomarse una pócima mágica para transformarse en otro ser. El nuevo y rejuvenecido Trifón, dejo atrás el mundo de las frases hechas y las formulas repetidas, y a lomos de una gran ave, de nombre Soñadora, se dedicó a recorrer los espacios de un lugar a otro de este bello planeta azul, con una sola finalidad no perder jamás la curiosidad y contradecir a los tópicos porque no siempre lo que mal empieza, mal acaba.
Curioso Empedernido
Trifón Camaleón

- Juan Antonio Palacios
- Curioso Empedernido
Publicado: 07/04/2011 ·
12:34
Actualizado: 07/04/2011 · 12:34