Lo pasado es historia, lo presente lo estamos viviendo y contando, pero a partir de este momento, todo está por escribir. En demasiadas ocasiones nos sentimos atrapados en el tiempo entre reglas, controles y valores sociales. Nos gustaría que quien nos leyera dentro de equis años, descubriera que las cosas habían cambiado sensiblemente.
Los seres humanos estaban contentos, porque por fin decidía la política, y la economía estaba al servicio de la sociedad y no al revés como hasta ahora, corriendo riesgos e incertidumbres más allá de los inevitables. Nos encontramos ante problemas y relaciones nuevas.
No nos valen las viejas fórmulas .Hemos de salir de la rutina y no ser víctimas de la fatalidad. Ni sirven las teorías, no son válidas las consignas, ni podemos refugiarnos en las hazañas del pasado. Tenemos que tomar la iniciativa y adelantarnos a los tiempos.
Me situé delante de la pantalla en blanco del ordenador, y tomé conciencia que en demasiadas ocasiones estaba corriendo un enorme riesgo, y para escribir o presuponer lo que podía ocurrir, tenía que ir adaptando, aceptando o rechazando mi discurso en un juego de equilibrios entre lo posible y lo imposible.
Mientras escribía, me sentía sorprendido y perplejo, ya que por mucho entusiasmo que le echara, había cosas que eran deseables pero difícilmente posibles, y por tanto muy complicadas para verlas convertidas en realidad. Tal vez el egoísmo humano haga muy difícil los objetivos colectivos y solidarios.
Cada cual interpreta la realidad según le conviene, y navega entre intereses, insolidaridades e insensibilidades hacia lo que le ocurre al otro, al que tenemos al lado, al que duerme en la calle y se nos vuelve invisible, a aquel que no tiene para comer.
En esta escritura del futuro, en la que no sabemos qué ocurrirá dentro de un minuto estamos en nosotros mismos, en el afán de competitividad o en la confrontación por disputar el poder y el espacio. Y voy escribiendo, y me doy cuenta de lo alejados que estamos a veces de la realidad, de lo poco que sabemos y de lo pasivo que nos mostramos ante los problemas de los demás.
No paraba de acariciar el teclado del ordenador y aparecían palabras, ideas y frases que encerraban rebeliones y conformismos. , preguntas y problemas de siempre y soluciones validas e imposibles, modificaciones y cambios, objetivos y logros, planificaciones y actuaciones.
Vamos superando retos o sufriendo derrotas, y entre eficiencias y efectividades, ignorancias e incompetencias, vamos adquiriendo una perspectiva más amplia de lo que son las cosas y las personas, de las percepciones y enfoques de las situaciones.
Y el paso del tiempo nos va provocando vínculos y desafecciones, apegos y desapegos, autenticidades y falsedades, involuciones y revoluciones, prestigios y deshonras, fondos y formas, equilibrios y desequilibrios, amigos y enemigos.
Sin pretenderlo vamos descubriendo, que a partir del momento presente, lo tenemos todo por escribir. Tal vez porque no sepamos que ante nosotros no hay nada, sino la incertidumbre de si amaneceremos en un nuevo día o desapareceremos del mapa, sin pena ni gloria, aunque nos hayamos creído los más importantes.
Cada historia tiene un amplio significado y suficientes elementos como para escribir todas las novelas del mundo, pero quizás no podamos pasar del primer renglón, porque no somos dueños de nuestra existencia y todo está por escribir.