Estoy enfermo, lo reconozco. Pero no me preocupa, sobre todo, porque no tengo ninguna intención en curarme. Cuando llega febrero, aparecen con mucha intensidad los síntomas.
Tengo muy claro donde quiero llegar, aunque, para alcanzar mi meta, se me presentan cuatro caminos.
Podría decantarme por el, aparentemente, más serio. Allí puedo llegar en vaporcito, desde el Puerto. Me acompañarían un inglés y un gitano que cuentan que, al volver de los ensayos, contemplaron que, entre las flores de un jardín bello nació una rosa. El Dios de este sendero es Paco Alba, un conileño inmortal.
Suena una música, quizá interpretada por unas Voces Negras, aunque tienen el acento de la Raza Mora. De pronto, agarro mi navaja, de Filo Andaluz, por supuesto, porque veo como aparecen unos Simios, pero no tengo miedo de acabar Entre Rejas. Miro al suelo y cuento Quince Piedras, a las que le echo un chorro de Agua Clara para que no acaben A fuego Vivo. Una chica me da Calabazas porque no quiere estar Entre mis Brazos. Detrás de mi vienen unos Mafiosos comandados por un tal Capitán Veneno. Pero no me parecen muy Miserables, porque es posible que les haya afectado la Ventolera que, de vez en cuando, visita Nuestra Andalucía. El caso es que siempre voy contemplando un paisaje precioso, mar y cielo y una vieja playa. Todo parece tener un embrujo sobrenatural.
Ay qué casualidad, ahora una guerra mundial. La gente no respeta ni que estamos en Carnaval. Este es otro camino, donde reina alguien conocido como El Peña, que ya debe ser un personaje curioso con este apodo. Durante el trayecto me pregunto Por quién puñetas doblan las campanas, ya que parece celebrarse La Boda del Siglo. Cuando, por fin, entiendo que el Cuarteto Siempre Llama Dos Veces, me cruzo con alguien al que me da miedo saludar, porque es posible que me conteste, enfadado, “Buenos días tú”. Por aquí, sin embargo, me surge una duda mientras me tomo una cerveza. ¿Soy Currito de la Cruz o Curro el de la Cruzcampo?
Se oye mucha algarabía por el tercer camino. A lo mejor es que, en esta zona, el trono se lo disputan muchos candidatos, con nombres, eso sí, muy curiosos. Lobe, Selu, Yuyu, Sheriff, et, etc. Aunque a mi me gusta más un tío más normal, conocido como Paco Rosado.
Me siento más seguro porque me escoltan unos Cruzados Mágicos, aunque, de vez en cuando, les tengo que decir; Ay cruzado, que cruz me cayó contigo. Pero voy muy bien acompañado, ya que vienen conmigo, tomando unos Cubatas, Guanaminos, Momias, Príncipes Encantados y hasta unos Lacios que hablan como si fueran Marujas. En fin, que El que la Lleva la Entiende. De pronto, aparecen unos Combois da Pejeta que, al ver como les miraba, me dicen que “Tampoco es pa ponerse así”.
La última opción también es buena. Unos chinos me cantan que: “Y dice plovelbio chino, y chino no equivocal: si no tienes ni un leal, y tu mujel te domina, a nadie culpes de ná y es, que a ti te tocó la china”. Menos mal que, alguien muy sabio, Julio Pardo se llama, les suelta un maravilloso Pregón donde culmina; Déjate de pregonar palabras cultas, si traducido resulta, después de Cádiz, ni hablar. Al final, me subo a un maravilloso Buque Escuela, donde, incluso, me dijeron Vamos a la Ópera, hasta acabar diciendo: Tierra a la Vista. Cuando, por fin, me doy cuenta de todo lo que me ha pasado, pienso: Seré como la Gaviotas, cuanto más viejas, más locas.
Si no entiendes este artículo po tú te joes que yo tampoco.
