El lunes de Carnaval volvió a teñir ayer las calles del centro histórico de la capital gaditana de una enorme mancha multicolor gracias a las múltiples agrupaciones que se echaron a la calle a ofrecer al numeroso público las coplas en la semana grande de la ciudad.
Además, el sol volvió a lucir en Cádiz provocando una agradable jornada de coplas en las diferentes vías y lugares emblemáticos del carnaval callejero, volviendo a aglutinar a miles de personas alrededor de los grupos que volvieron a salir con ganas de pasarlo bien.
La nota negativa fue, únicamente, la polémica surgida entre el carrusel de coros, organizado y previsto en la plaza Mina, y diferentes agrupaciones que decidieron cantar su repertorio en la puerta del Museo, situado en la misma plaza y próxima a las bateas de los coros. La coincidencia y las dificultades a la hora de cantar tantas agrupaciones acabó motivando, con malestar en algunos de los coristas presentes en el segundo carrusel de la semana, el traslado de las bateas a la plaza de San Francisco, primero, y a la Alameda Apodaca, después, varian do así su itinerario y llevándose consigo a los cientos de aficionados que acompañan a los coros cada día por las calles de Cádiz.
Con el pequeño incidente solventado continuó la jornada sin mayor sobresalto que el transitar por calles atestadas de personas de todas las nacionalidades que, en mayor o menor medida, no tenían otra pretensión que la de escuchar coplas rodeados de amigos y familiares y disfrutar de un agradable día, con algún vaso en la mano y una sonrisa infinita dibujada en las caras de niños, adultos y ancianos... y con coloretes.
El lunes de coros tenía programado, además, el comienzo de diversos concursos que durante la semana cobran protaginismo: Unicaja en San Agustín, popurrís en La Viña o tanguillos en la sala Momart.
Además, con el avance de la semana se va poniendo fin, durante el día, al botellón en la calle bajo la luz del sol. Sin embargo, a medida que comienza a lucir la luna se vuelve una tónica habitual los corrillos y reuniones de carnavaleros que, con los tipos y en las diferentes plazas de la ciudad, le dan un toque mágico a Cádiz, que durante siete días se convierte en el mejor lienzo para representar la felicidad más sencilla llevada a su máxima expresión.