Hace unos días, el diputado mayor de gobierno de una hermandad seria me contaba cómo momentos antes de salir la cofradía, tuvo que retirar los teléfonos móviles al cuerpo de acólitos, ya que en el interior de la Iglesia, mientras que se decidía si se salía o no por la lluvia, los jóvenes estaban twiteando con media ciudad, a razón del número de ellos que lo hacía y de la velocidad a la que escribían sus tuits con los pulgares de ambas manos. Las noticias de lo que sucedía dentro de la Iglesia y que deberían quedarse en la intimidad de la cofradía, estaban retransmitiéndose al mundo entero. Sí, al mundo entero.
Que las redes sociales -fundamentalmente Twitter- en años como el pasado con la lluvia cumplieron un papel informativobastante positivo para los que andábamos en la calle, nadie lo pone en duda. El mismo papel que aún sigue cumpliendo el programa “El Llamador” de Canal Sur, aunque me temo que con casi mayor inmediatez. Pero de ahí a contar lo que se está viviendo en el interior de una iglesia cuando se es partícipe de la Estación de Penitencia, pues va un trecho, un largo trecho.
No sería extraño que llegue el día, más pronto que tarde, en el que al igual que se prohíbe a los nazarenos llevar cualquier distintivo como alhajas o relojes, las hermandades tomen como norma la prohibición de acudir con el teléfono móvil en el bolsillo de la túnica. No será el primero que suena entre la filas de penitentes.
¿Que usted no lo ha visto nunca? Pues yo sí, mire por dónde.Y no es que lo escuchara sonar, sino que he visto algo mucho más lamentable: un nazareno con el móvil en la mano y el cirio en la otra. Y elevando un poco mi vista por encima de su hombro, he descubierto la banda azul y el pajarito blanco, señal inequívoca de que el capirotero lanzaba su gorjeo cibernético a toda la red.
Me imagino, por el aspecto del nazareno, por la hora y por el lugar, que estaría con los 140 caracteres diciéndole a sus colegas algo como “illo, ya me queda poco, dde me esperais?”.
También los he descubierto, llevando responsabilidades de dirección en mi cofradía, con los auriculares escuchando la radio. La justificación fue de chiste: “es que quiero saber por dónde van las otras cofradías”. Evidentemente, la radio le fue confiscada hasta que el palio entró en la iglesia.
Es una lástima por lo que ellos mismos se pierden. Si supieran de verdad lo que es una estación de penitencia,disfrutarían más con ella que con la radio o con el pajarito. Cada cosa a su tiempo, amigo mío.