Gamonal me gusta más que el 15-M como arranque del poder que tenemos la ciudadanía. Sí, han leído bien. Esto puede -debe- ser la constatación de que si se quiere, se puede. Ojo, con el diálogo como bandera y no con una piedra en la mano.
Parto de la base de que las protestas violentas no van conmigo: no sólo no me gustan sino que las detesto y creo que no conducen a nada, aunque en ocasiones parezca lo contrario. Pero un violento nunca debe conseguir con sus acciones lo que se propone. La ley del más fuerte (o del más golfo) no tiene cabida en mis esquemas.
No ha dejado de causarme una honda satisfacción el haber oído a Javier Lacalle, alcalde de Burgos, anunciar que las obras del bulevar del barrio de Gamonal quedan temporalmente suspendidas. “Es mucho más importante la convivencia que todas las obras juntas”, manifestaba el regidor. Sí, eso está muy bien, pero todo esto era evitable. Podíamos no haber tenido que ver a los jóvenes radicales -de los que acertadamente se desvincula la plataforma vecinal- atentando contra entidades bancarias, que nada tenían que ver con este tema, o contra el mobiliario urbano, del que todos los burgaleses tienen el derecho de uso y disfrute.
Las cuatro noches de violencia podían haberse evitado si el regidor burgalés hubiera escuchado a tiempo a sus vecinos, comerciantes y afectados, en el primer momento que los asesores, que los tendrá como todos y bastante bien pagados, detectaran un cierto malestar por las obras de la polémica. Unas obras de las que me ahorro la reflexión sobre lo que iban a costar. A costar a los burgaleses, por cierto.
Gamonal me gusta más que el 15-M como arranque del poder que tenemos la ciudadanía. Sí, han leído bien. Esto puede -debe- ser la constatación de que si se quiere, se puede. Ojo, con el diálogo como bandera y no con una piedra en la mano. La piedra, al final, se termina convirtiendo en un boomerang. Pero la palabra no. Nunca. Que se tenga que llegar a la piedra y a los antidisturbios dando estopa para que un alcalde se dé cuenta de lo que piensan los ciudadanos es altamente doloroso. La violencia para llegar al diálogo es un sinsentido.
Gamonal debe ser un punto de inflexión para las todas partes: para nosotros, los ciudadanos, que nos haga conservar la esperanza de que salir a la calle a decir lo que pensamos no es inútil. Para los políticos, que sepan poner más y mejor oído a la calle, a nosotros los ciudadanos, que en el fondo y en la forma somos los que les ponemos ahí y tenemos en el gesto de echar una papeleta en la urna la facultad para quitarles. Y para los violentos, que no tienen cabida nunca si queremos seguir viviendo en un estado de derecho.
A ver si aprendemos de Gamonal y no se nos olvida.