Después de una larga Cuaresma en la que ha parecido que se multiplicaban los días y en realidad ha sido una "cuarentena", salpicada de lluvias y de calor sofocante en sus últimos coletazos, ahora sí podemos decir que los días del gozo van a comenzar. Mañana viernes y el sábado, en barrios de la periferia y en otros no tan alejados -incluso en el propio centro de la ciudad- habrá huellas de nazarenos: las vísperas se echarán a la calle en esa Semana Santa adelantada que nos ofrecen ya desde hace unos años. No habrá relojes que controlen la llegada al patíbulo de la Campana ni retrasos a las que marchan detrás. Irán con la dignidad propia que cada una le imprima a su Estación de Penitencia (estación no tengo muy claro a dónde), pero sin duda con algo más de libertad que aquellas que se someten al durísimo corsé de la Carrera Oficial.
¿Tiene la ciudad ganas de Semana Santa? No sé contestarme a esa pregunta, por eso la formulo. De un lado pienso que sí, que a los
jartibles -como yo- no se nos amilana el espíritu por nada llegados estos días. Estamos también huérfanos de cofradías, porque si echamos la mirada atrás la lluvia nos ha estropeado mucho deleite en años pasados.
Pero por otro, existe una gran parte de la sociedad a lo que esto le trae sin cuidado, que no le importa que las cofradías estén en la calle, porque ellos no sólo no van a salir a participar de esta fiesta, sino que van a evitarla. En su derecho están.
Hago el difícil ejercicio de ponerme en la piel de estos y no comprendo cómo han podido aguantar una Cuaresma como esta que ya casi se marcha, en la que tengo la sensación de que han crecido como la espuma los traslados, vía-crucis y actos similares que han ocupado la vía pública. Lo decía hace unos días en esta misma columna, la
dimensión desaforada que estaba tomando todo esto.
Sería necesario un ejercicio de autodisciplina por parte de las hermandades y cofradías, limitando la ocupación de la vía pública a lo estrictamente necesario. Temo que llegue el día en el cual esta limitación venga impuesta bien por la autoridad civil o por la autoridad eclesiástica. Y vendrán los llantos… Yo, que no soy sospechoso de que no me gusten las cofradías, veo que en ocasiones la cuerda se tensa más de lo que debiera. Y temo que se rompa por el lugar más débil.
Habría que pensar en esto, aunque ahora no es el momento. Ahora es el tiempo de la verdadera Semana Santa, la que dura lo que tiene que durar.
Disfruten. Yo procuraré hacerlo. Si el tiempo no lo impide, claro.