La matanza, que no atentado, perpetrada en el día de ayer en el diario satírico Charlie Hebdo en París, me lleva a una reflexión que no es nueva en esta columna. Vaya por delante que no logro entender cómo dentro del ámbito de la religión se puede llegar a cometer una barbarie de este tipo. En mi corto entender, creo que no existe ninguna creencia religiosa en el mundo que, entre sus dogmas, marque como necesario el atentar contra la vida humana en general, sean cuales sean las creencias del “objetivo”. Y más aún me indigna que se invoque a Alá en el momento de acabar con la vida de personas, sean cuales sean sus creencias.
Los que profesamos la religión católica estamos viviendo un tiempo de constantes amenazas. Son muchos los lugares del planeta en el que los cristianos viven algo más que amenazados, teniendo que abandonar sus lugares de residencia, bajo el miedo de perder su vida -niños y mujeres incluidos- de la forma más infrahumana que existe. Esto ha llevado a que se activen movimientos de oración por aquellos y una tenue repulsa de la comunidad internacional. Sí, he dicho tenue, porque así creo que viene siendo.
Trasladando este panorama a nuestro entorno más cercano, no veo -a Dios gracias, nunca mejor dicho- que se cometan atentados contra los que insultan y atentan física y verbalmente contra, por ejemplo, nuestra imágenes. No les hablo de algo tan amplio como el mundo occidental, sino de algo tan cercano como nuestra propia ciudad.
¿Saben ustedes algo de aquel individuo que atentó contra la imagen del Gran Poder? ¿Lo recuerdan? ¿Se ha conocido algún tipo de represalia contra los que prendieron fuego a las puertas de la Iglesia de Santa Marina? ¿Recuerdan cómo a una Virgen de Gloria le lanzaron unos huevos desde un balcón el día de su procesión? Sí, ya sé que usted estará pensando que la autoría de éstos no corresponde a la yihad islámica, pero por algo se empieza. Ante todo esto, lo máximo que hacemos es celebrar una misa de acción de gracias porque estos males no pasaran a mayores. Esa es toda nuestra “contraofensiva”.
No crean que con esto estoy llamando a la rebelión cofradiera, ni mucho menos. Con esto lo único que vengo a denunciar es que siempre la ofensa va en la misma dirección, contra aquellos que ponemos la otra mejilla y llevamos el perdón y la oración como armas de combate.
Dios quiera que los movimientos yihadistas no fijen algún día sus objetivos sobre esta ciudad. Seríamos muchos los que nos veríamos en peligro. En un serio peligro.
El Jueves
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Creo que no existe ninguna creencia religiosa en el mundo que, entre sus dogmas, marque como necesario el atentar contra la vida humana en general, sean cuales sean las creencias del “objetivo”.
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