Algunos ya lleváis unos días, otros estáis a punto de hacerlo y también los hay que casi ni se acuerdan. Las vacaciones se han acabado. Habrá que esperar casi un año para poder volver a disfrutar de estos días, aunque por medio tengamos ese semi parón de la Navidad, alguna fiesta que permite una escapada y la primavera, que ralentiza y no permite el descanso, aunque sí en parte la desconexión.
Esta columna de jueves viene a darles la bienvenida de nuevo a la cita semanal en las páginas de este diario. Precisamente el que suscribe, cuando escribe esto, está aún de vacaciones, pero mi compromiso con esta cabecera y con ustedes hace que haga un alto, encienda el ordenador y teclee con el mismo entusiasmo con que lo vengo haciendo desde hace algo más de dos años.
El trabajo es necesario. Sí, aunque suene a excusa fácil. Y no sólo para tener unos ingresos y poder vivir dignamente, sino para ser útil en la sociedad en la que vivimos. Tener síndrome post vacacional no es bueno. Es más, no es ni tan siquiera justo en un país con tan elevado número de desempleados, que seguro no habrán podido tener vacaciones. El trabajo dignifica. Nos hace sentirnos útiles y productivos.
Crea riqueza en nuestro entorno y por tanto más empleo. El trabajo es necesario para el avance de nuestra sociedad. Con el mismo se asegura el futuro de nuestros mayores (y el de nosotros mismos); la mejora de la sanidad pública; una educación de calidad para los jóvenes acorde con los tiempos. Y muchas otras cosas.
La tan discutida reforma laboral del Gobierno de Rajoy creo que ha traído a este país un soplo de aire fresco para el desempleo. Las cifras hablan por sí solas, a pesar de que los sindicatos y los agentes sociales (que aún no sé quiénes son) sigan hablando de empleo precario, contratos basura y conceptos similares. Pero el caso es que hay empleo para aquellos que antes no lo tenían. Y esto crea una rueda de recuperación económica de importancia. De tanta importancia que nuestros socios europeos ya nos miran como ejemplo.
No tenga usted síndrome postvacacional ni tampoco pereza por levantarse cuando el despertador suene. Siéntase un privilegiado por tener un lugar donde ir a trabajar. Y sepa, además, que no sólo está llevando un salario a su casa, sino que está contribuyendo a una sociedad mejor y a que salgamos definitivamente de esta crisis que cada vez está más lejana en el tiempo. Y sobre todo: estará generando riqueza para que otros, como usted, puedan tener donde ir cada mañana.