Esta semana habrán comenzado las pruebas de los distintos equipos inferiores del Racing, cuando probablemente este artículo vea la luz. Fútbol y sueños, a fin de cuentas, sobre el estadio José del Cuvillo. Las ilusiones de chavales y familiares en juego, los nervios de quien se sabe observado, y un valor de inigualable precio para nuestro club, el forjar un sentimiento, el abrazo de un niño al escudo.
Lo que no se podrá cambiar en la vida, el amor a unos colores. Ese infantil que irá creciendo en rojiblanco podrá dejar a una novia, una creencia politica, renegará de credos y religiones, pero nunca dejará de ser racinguista (exceptuando al niño que tiene tatarabuelo que vio la derrota con el Alaves, ése está jodido) se irá cociendo dia a dia, domingo a domingo. Y atraerá famila al estadio, por lo cual hay que agradecer a Ignacio Corzo esa dedicacion a la base para plantar la semilla en el difícil río del olvido.
Lo recuerdo yo como si ayer fuera, ese puñadito de muchachos cargaditos de recortes y ensoñaciones de goles, esos entrenadores con la responsabilidad en el futuro de los chicos y aquellos padres rematando de salón el fallo o acierto del vástago. Pruebas y sueños en el Racing, misterios gloriosos, misterios dolorosos, hoy como ayer, cuando el sol apriete en la avenida de Valdelagrana, unos cuantos hijos de El Puerto continuarán la historia, como ayer, como mañana.
