El Puerto

El libro 'Vecinos de guardia' se presenta este domingo

La pareja de periodistas Javier Ronda y Marián Campra son los autores de la obra con viñetas del ilustrador Jesús Zulet

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  • Marián Campra y Javier Ronda -

Hay comunidades que dan mucho ruido. Una sentencia de la Audiencia Provincial de Cadiz, sobre los elevados niveles de ruido que de forma prolongada tuvo que soportar un vecino de una Comunidad de Propietarios procedentes de la pista multiusos de la urbanización, le ha valido un buen escarmiento.

La sentencia condena a la comunidad de propietarios a indemnizar con 4.000 € por el daño moral causado, por vulnerar su derecho a la intimidad personal y familiar, así como a insonorizar la pista multiusos de la urbanización. Es una cuestión de pelotas para el vecino.

Y en pleno mes de julio, una reunión urgente en Sevilla, con todo el calor del mundo para tratar un tema de la piscina. La reunión fue a las 22 horas, en la propia piscina, un viernes. Empiezan como hacia mucha calor cada asistente empezó a pedir, cubatas, gin tonic, cervezas, unas tapitas. En la junta había ocho personas en la mesa principal, empezaron a calentarse poco a poco con los efluvios. A las 2,30 de la madruga, todos estaban ya muy alegres y contentos. Allí por supuesto no se aprobó nada de nada, que no fueran las tapitas.

El administrador se levantó al final y tuvo que dar por terminado su trabajo por esa noche y se fue para su casa gaditana de Chipiona. Cuando llegó eran cerca de las 4 o 5 de la madrugada.
A la pregunta de la cónyuge:
-¿De dónde vienes cariño?
La mujer no se lo podía creer.
El presidente le dio al día siguiente, el sábado a media mañana y tras la resaca, pero ya de forma sobria, la solución al problema, que había con la depuradora de la piscina.

En otra ocasión en una comunidad, se acababan de instalar en un piso de alquiler unas chicas con una notoria actividad “nocturna”. La presidenta convocó una reunión urgente.
Se quejaba de que llamaban a varios pisos por error. - Hay que echarlas ya, son un incordio. Una de las chicas acudió a la reunión y pidió la palabra:
-Nosotras no damos problemas, pagamos el alquiler, la comunidad…
La presidenta insistía: -votamos para hablar con el dueño y echarlas, no las queremos aquí.
Se levanta la señorita, de muy buen ver y dijo:
-Pues no se señora que va a ser su marido, con lo bien que se lo pasa cuando se pone mis bragas rojas en la cabeza.
Up. La presidenta acabó divorciándose y las chicas al final se fueron.

En un piso había cucacharas y llamaron al administrador de fincas. Somos las hermanas tal...que vivimos en tal piso, manden una empresa para fumigar. Llaman desde el despacho del administrador de fincas:
-Miren vayan a tal piso que hay que fumigar.
-¿Saben si son rubias o morenas?, pregunta el fumigador.
Responde desde el despacho del administrador.
-Pues ahora que lo dice, no lo se, si se que son hermanas.

En otra ocasión en una comunidad, se acababan de instalar en un piso de alquiler unas chicas con una notoria actividad “nocturna”. La presidenta convocó una reunión urgente.
Se quejaba de que llamaban a varios pisos por error. - Hay que echarlas ya, son un incordio. Una de las chicas acudió a la reunión y pidió la palabra:
-Nosotras no damos problemas, pagamos el alquiler, la comunidad…
La presidenta insistía: -votamos para hablar con el dueño y echarlas, no las queremos aquí.
Se levanta la señorita, de muy buen ver y dijo:
-Pues no se señora que va a ser su marido, con lo bien que se lo pasa cuando se pone mis bragas rojas en la cabeza.
Up. La presidenta acabó divorciándose y las chicas al final se fueron.

En todos los edificios surgen, en mayor o menor medida, toda clase de situaciones e incidentes que, según se orienten de una u otra forma, pueden quedarse en anécdota o convertirse en un problema de difícil solución. Siempre es importante tomarse las cosas con buen humor. En este sentido, el recopilatorio de anécdotas que nos ofrece Javier Ronda y Marián Campra, además de arrancarnos más de una sonrisa, debe ayudarnos a relativizar los problemas y tratar de afrontarlos de otra manera. El periodista de Canal Sur en Sevilla, ha escrito también otros libros de anécdotas como “De Juzgado de Guardia” o “Tricornio de Guardia” publicados por (Algaida, Oberon) Anaya.
El libro se divide en 9 capítulos, entre ellos: tipos de vecinos, o catálogos de subespecies; juntas de propietarios, pero no revueltas; el mantenimiento de las zonas comunes, sin perder el sentido común; con los estatutos en la mano y la ley en la otra; tablón de anuncios y los papelillos de los vecinos o gazapario.

La obra de humor con más de 200 páginas recoge notas de vecinos como la dejada en un ascensor: “A la vecina agraciada sexualmente se le solicita disminuir su actividad nocturna o realizarla de una forma menos ruidosa, muchas gracias”. Respuesta de la vecina en otra nota pública a la comunidad puesta en el otro ascensor: “A la vecina desgraciada sexualmente que puso el cartel, si quiere le dejo el número del chorbo que me visita. Así le hace compañía las noche que no puede descansar”. Otras son más violentas, “La próxima vez que me toques la moto, te rompo los 2 brazos” o aprovechadas “he encontrado un móvil por esta zona, el móvil me lo quedo, pero la tarjeta SIM con los contactos aquí la dejo”.

También figura un “curioso” estudio económico sobre el consumo de electricidad de un árbol de navidad de un portal de una comunidad. Concluye el vecino “ cuesta 10 céntimos al año, si alguien no quiere pagarlos, yo se los pago, pero por favor no apaguen el árbol de Navidad, Jesús 4º C”. Otros presidentes se toman muy en serio su función: “Al que escupe en el cristal: hazlo en tu casa. Nota: procura que no te coja. El Presidente”.

En una Junta de Vecinos se planteaban los gastos de la comunidad. Una propietaria de edad avanzada decía que había mucho personal. Los vecinos indicaron que no tenían ni portero. -Ah no, dice la señora, ¿quién es la señorita el ascensor?. El resto de propietarios pensaban que estaban perdieron la cabeza. Y replica ella, -A la señorita que habéis puesto para que avise de la planta en la que estamos y de que se abren las puertas. Y concluye el presidente: -No señora, no hemos contratado a nadie es una grabación digital.

Una de las frases más célebres se produjo en Barcelona en una junta de propietarios. Se hablaba de unas grietas que se habían producido en la medianera de un edificio y que se proyectaban al comedor de una vivienda. Con todos los vecinos presentes y en voz alta, la mujer afectada dijo en voz alta al administrador:
- Suba a mi casa, que le voy a enseñar la raja que tengo yo.
La frase pasó a la posteridad.

Otra vez había muerto un vecino muy querido y la familia quería velarlo en su casa. El administrador de la comunidad tenía su despacho profesional en el mismo edificio del piso del difunto. El administrador desde su despacho llamó por teléfono a una floristería y encargó una corona en representación de los vecinos. Al rato, la vida sigue y el administrador estaba reunido en una sala de juntas con otra comunidad de vecinos. En ese momento se cuela el repartidor de la flores y dice:
-Estoy buscando y está mal la dirección.
-Donde está el muerto para dejar la corona.
Entre las decenas de anécdotas recogidas en Vecino de Guardia figura, “una cena de Nochevieja del cambio del milenio a las 23.00 horas, con las uvas encima de la mesa. Una tubería general de agua caliente reventó y la catástrofe sobrevino. En ese momento da igual que sea uno de los mejores edificios de la ciudad. Hay que hacer algo. Solo dejó de salir agua cuando cortaron la llave de paso general de todo el edificio. 50 viviendas sin agua la noche más especial del año. Cuando el fontanero fue a reparar la tubería, el propietario, con la lógica indignación, le preguntó: —¿Usted sabe lo que es esto? El fontanero, titubeando y con gran sorpresa por la pregunta, respondió:
—¿Una gotera? —¡No!  ¡Es un tapiz del siglo XVIII!”.
Y algunos casos terminan en los tribunales. Un juzgado ha condenado a dos años de cárcel al presidente de una comunidad de vecinos que se apropió de 3.800 euros. Según el fiscal del caso, el dinero lo empleó literalmente para comprarse “un pedazo mesa para el salón de su casa”.
Otra anécdota recogida en la obra, el propietario de una parcela situada en una urbanización preguntó al administrador de fincas cual era su parcela.
—¿Puedes indicarme sobre un plano cuál es mi propiedad? «Este señor no sabe cuál es su propiedad —pensó el administrador—: le sobra dinero…». Nada más lejos de la realidad. Resulta que con toda su ilusión se había acercado con su esposa el fin de semana a su parcela, para verla y pisar su terrenito. Este hombre se encontró sorprendentemente con que el vecino colindante se había equivocado de parcela y había comenzado a construir su nueva vivienda sobre el terreno de este parcelista. Habían pasado por allí el propietario de la parcela colindante, el contratista, el arquitecto y el aparejador y nadie se había dado cuenta de que habían excavado y construido una buena parte de la estructura sobre una parcela equivocada. Este cliente decía que no sabía qué hacer, si denunciarlo o dejar que terminara la casa porque, una vez terminada, seguro que nadie la derrumbaba y se la construían gratis. El asunto por supuesto, llegó a los tribunales.

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