Los Verdes alemanes se proponen aprovechar su triunfo electoral del domingo, en que arrebataron a la coalición de Angela Merkel su feudo de Baden-Württemberg, para reeditar su revolución ecopacifista y demostrar que la hazaña en ese "Land" va más allá del mero "efecto Fukushima".
La hazaña fue múltiple: por primera vez en la historia lograron hacerse con la jefatura de Gobierno en un estado que es, además, de esencias conservadoras; saltaron de extraparlamentarios a futuros socios de coalición en Renania Palatinado, el "Land" del patriarca cristianodemócrata y excanciller Helmut Kohl; y triunfaron en las municipales de un tercer estado, Hesse.
Sus resultados en los tres "Länder" fueron espectaculares. El 24,2 por ciento de Baden-Württemberg es el récord de la formación en unos comicios; en Renania-Palatinado triplicaron, con un 15,4 por ciento, los resultados de 2006; y en Hesse obtuvieron un 20 por ciento, el doble que cuatro años atrás.
La próxima batalla será Berlín, la capital y ciudad-estado, cuyas elecciones regionales, el próximo septiembre, se presentan como un duelo entre el alcalde-gobernador, el socialdemócrata Klaus Wowereit, y la exministra de Agricultura, la verde Renate Künast.
Mientras Wowereit, en el cargo desde 2001, acusa un desgaste de poder, Künast aspira no ya a quitarle el puesto al actual socio menor, La Izquierda, sino al alcalde-gobernador.
Künast enfatizó hoy que la hazaña de su correligionario en Baden-Württemberg, Winfried Kretschmann, no debe atribuirse al voto antinuclear surgido de la emergencia. "En Baden-Württemberg teníamos ya muy buenos sondeos antes de Fukushima", recordó.
La popularidad de Kretschmann viene de antes, desde que asumió como propias las movilizaciones contra la construcción de una nueva estación en Stuttgart, considerada un despilfarro por parte de la ciudadanía de este "Land".
Kretschmann cosechó no sólo el voto verde fiel, sino que amplió su espectro a todas las clases sociales, de la misma manera que a esas movilizaciones acudían desde adolescentes a jubilados.
El héroe del domingo fue este tranquilo profesor de 62 años y aspecto conservador; para septiembre se aspira a una victoria de la vigorosa Künast, en la capital.
"Debemos mantener los pies firmes en el suelo. La revolución verde no es una utopía, sino una realidad en que conviven sensatez ecológica y razones económicas. Dos conceptos que no están reñidos", sentenció Cem Özdemir, copresidente de los Verdes junto a la bávara Claudia Roth, ambos exultantes hoy junto a Kretschmann.
El éxito domingo disparó las especulaciones en Berlín acerca de una pronta designación como candidato a canciller de Özdemir, lo que sería un nuevo hito en ese partido predeterminado a romper moldes.
Özdemir representa el perfil de una nueva República a la que los Verdes quieren imprimir su sello. Nacido en Baden-Württemberg e hijo de inmigrantes, se convirtió en 1994 en el primer diputado de origen turco del Bundestag, es musulmán no practicante, está casado con una argentina y responde a la imagen de la Alemania más integradora.
Pasó un periodo en el purgatorio político, por el uso privado de millas aéreas acumuladas como parlamentario, y asumió la jefatura del partido en 2009, cuando se resentían aún del regreso a la oposición tras formar coalición con Gerhard Schröder (1998-2005).
A uno de los hitos de ese periodo -el adiós a la energía nuclear- deben los Verdes ahora la hazaña de Baden-Württemberg. Pero también a esa época corresponden varias "traiciones" a las esencias ecopacifistas, como fue el bendecir la primera intervención del Ejército alemán en una misión de combate de la OTAN.
Igual que Özdemir se rehabilitó en la retaguardia del pecado de las millas aéreas, los Verdes se reorganizaron en la oposición y salieron a recordar, en el momento preciso, que suya es, desde tiempos fundacionales, la consigna del "Atomkraft? Nein, Danke" ("¿Energía atómica? No, gracias").
En tiempos en que Angela Merkel, doctora en Ciencias Físicas, ha pasado de aprobar la prolongación de la vida de las centrales a ordenar el cierre inmediato de siete plantas y la revisión de la seguridad de las restantes, bajo el impacto de Fukushima, ellos representan el rechazo frontal a una energía no siempre controlable.