Cuanto más se habla en los medios, cuando más se critica en la oposición, más se refuerza la posición del criticado. Y ahí está doña Magdalena, firme en el fomento de la extravagancia que le lleva a pedir cuentas a la presidenta de la Comunidad de Madrid sobre el caos de la nevada porque la Comunidad es en parte responsable de Caja Madrid que a su vez tiene el 20 por ciento de Iberia que a su vez es una compañía aérea que anda siempre a la gresca con sus pilotos.
Hace falta rizar mucho el rizo para pasar la patata caliente, con estos argumentos, a Espe Aguirre. Pero Magdalena no se corta un pelo y, para dar ejemplo, ya ha anunciado que está dispuesta a cesar a quien sea de su propio departamento si se demuestra negligencia. Lo que no se sabe es si le quedan muchos por cesar, porque en Fomento casi no da tiempo a consolidar la plaza: llegas y cuando aún no te sabes ni el camino de los servicios, ya te ha cesado la ministra Magdalena. ¿Nadie se ha preguntado el por qué de esa movilidad en ese ministerio? Cuando se cesa tanto –se estudia en primero de Empresariales– es que falla quien firma los ceses y no quien es cesado.
Pero como Mariano Rajoy y la propia Esperanza Aguirre han dicho que la señora ministra es un peligro por tierra, mar y aire, como los periódicos hacen dobles páginas con la colección de sus disparates, como en esa ventana de despropósitos que es Youtube los vídeos de las comparecencias de doña Magdalena están entre los más celebrados, pues la ministra se viene arriba, se crece en el castigo y se siente más segura que nunca porque ya se sabe que aquí no se cesa a nadie y menos aún por abucheo generalizado.
A la ministra le pierde un poco todo: su gestión no se puede decir que haya sido ejemplar y sus intervenciones resultan chabacanas, extravagantes, cutres. La ministra Magdalena es en el fondo la antítesis de ZP: una falta total de talante, la prepotencia que ZP condena y un empecinamiento difícil de entender por ahondar en el error. Dicen los malpensados que es la mejor forma de permanecer: mientras se hable de la ministra Magdalena, pasan a segundo plano Zapatero y sus mítines de condena a Israel. Que no está mal que se condene la barbaridad, pero es difícil compaginar esa condena y esa manifestación, que terminó a pedradas, con el deseo de mediar/medrar después en el conflicto.
O una cosa o la otra, pero todo a la vez no es fácil y ZP debería haber aprendido ya esta lección tras lo ocurrido con Bush durante su primer mandato. Es lo malo de ser presidente de un gobierno, que no es exactamente lo mismo que ser delegado de curso en una facultad.