Hace un frío que acaricia, pero el sol sigue venciendo, cada día, impasible a las llamadas al orden de la época invernal
Paseo estos días por eso que los urbanistas cursis han dado en llamar la trama urbana. O la ciudad consolidada. Hace un frío que acaricia, pero el sol sigue venciendo, cada día, impasible a las llamadas al orden de la época invernal. Todo es una eterna primavera en Málaga. En ese vergel que es el Parque del Oeste, la vida se abre paso a cuentagotas a medida que avanza la mañana: un padre sentado en un banco sigue de cerca las evoluciones de su hija mientras habla con alguien por el altavoz del móvil; varias parejas maduras rodean la laguna a paso rápido. Llevan un atuendo deportivo y charlan animadamente mientras tratan de arañar algunos años a esta existencia esquiva y difícil fortaleciendo su salud; en las cercanas pistas de baloncesto, seis jóvenes divididos en dos equipos de tres pelean por lograr el triple perfecto, mostrando algunos de ellos una técnica depurada que tal vez sería del interés de los ojeadores de algún club; dos novios beben cerveza, mientras sonríen y susurran, conscientes de estar en la cúspide de la plenitud: inmersos en el juego del amor juvenil y latiendo en su pecho la eternidad que luego, con el paso de los años, será un recuerdo efímero, tal vez bonito, de sus primeros pasos como adultos. Al llegar al paseo marítimo Antonio Machado, el azul de un mar calmo abraza a los viandantes. Algunos chiringuitos han cerrado en la mañana de Nochebuena, pero los pocos restaurantes que han abierto atienden a sus comensales con gusto e ímpetu, los vasos de cerveza tintinean al sol y las gafas opacan miradas tal vez de esperanza, tal vez cansadas. El mosaico humano que ha presidido esta mañana festiva en Málaga deja clara una cosa, me digo: las ganas de vivir coronan muchas existencias, aún hay tiempo para charlar, reír y brindar, pese al sombrío panorama político que nos bombardea cada mañana desde diferentes tribunas mediáticas. La crisis constitucional, me digo. Otra vez. De lejos, veo las dos torres del arquitecto Carlos Lamela, la tercera comienza a unirse a los dos colosos que ya le han tomado la delantera. El contraste de estos rascacielos con la explosión de vida animal, humana y vegetal del Parque del Oeste es notable. Málaga se ha abierto al debate del urbanismo vertical, que muchos de nuestros ciudadanos rechazan. La vida discurre ajena al debate. Hay quien pide una reflexión sobre cómo casar esta Málaga de dos velocidades. Yo seguiré paseándola.