La intervención tenía por objeto la consolidación y limpieza de las columnas y la eliminación de algas, musgos y líquenes, así como el sellado de grietas
La Alhambra ha restaurado cuatro columnas de mármol blanco ubicadas en el patio del palacio de Dar Al-Horra, que fue la última residencia de la sultana Aixa, la madre de Boabdil, el último rey de Granada.
La intervención tenía por objeto la consolidación y limpieza de las columnas y la eliminación de algas, musgos y líquenes, así como el sellado de grietas y fisuras, ha explicado la directora general del Patronato de la Alhambra y Generalife, Rocío Díaz, durante una visita al palacio.
La actuación, que incluye la restauración en los elementos decorativos de madera del edificio, se enmarca en la programación anual del Patronato de la Alhambra y Generalife y cuenta con un plazo de ejecución de cinco meses y una inversión de más de 14.000 euros.
Además de suciedad generalizada, costras y depósitos, las columnas muestran disgregación granular, separación del material en placas, picadura, pequeñas pérdida de materia y morteros de reposición inadecuados, fundamentalmente en las basas.
Según Díaz, esta restauración permite mejorar el estado de conservación de los elementos que sustentan los pórticos norte y sur del palacio de Dar al-Horra.
Las columnas tienen una altura total aproximada de 2,5 centímetros y presentan capiteles cúbicos, mientras que los fustes muestran anillamiento arriba y abajo y poseen una plancha de plomo en las zonas de unión con la basa y el capitel.
El palacio de Dar al-Horra fue construido entre los siglos XIV y XV, y es el único inmueble que se conserva del conjunto de edificaciones que conformaban la antigua Alcazaba Cadima.
Asentado sobre el Alcazar Zirí del Rey Badis, del siglo XI, su nombre significa literalmente "la casa de la (mujer) libre", y fue la última residencia de la sultana Aixa, la esposa legítima del sultán Muley Haccen, ambos padres de Boabdil.
Con la reconquista, el palacio y las Huertas Altas pasaron a manos del secretario de los Reyes Católicos, Hernando de Zafra, y posteriormente a la Orden de Santa Clara, instalándose en él el Monasterio de Santa Isabel la Real.
Dado que el edificio era pequeño para tal fin, desde el principio se fueron añadiendo otras construcciones aledañas.
Debido a su estado de ruina, en 1930 el edificio fue adquirido por el Estado con dinero procedente de las entradas de la Alhambra y segregado del Monasterio.
En esa misma época se adquirieron otras construcciones adyacentes con el fin de facilitar el aislamiento y la mejora del acceso.
El expediente de compra fue realizado por Leopoldo Torres Balbás y actualmente el inmueble ofrece un uso cultural.