Llegó a vender objetos personales de sus familiares para poder seguir comprando, evadía en las tiendas la difícil situación por la que estaba pasando, en épocas de rebajas llegaba a endeudarse con microcréditos, pero lo que pensaba que era una forma de refugiarse llegó a convertirse en un auténtico problema con consecuencias económicas y emocionales muy duras.
“Llegué a vender las joyas de mi madre para comprar otras. Es una adicción tan perjudicial como cualquier otra”La joven Marta, de 32 años de edad, lleva más de cuatro años yendo a terapia para hacer frente a la oniomanía, más popularmente conocido como Trastorno de Compra Compulsiva (TCC). Pese a no estar incluido todavía en los manuales de diagnósticos oficiales, aunque sí en período de investigación, la adicción a las compras es un desorden que afecta en torno al 17% de la población española, cifras que se elevan exponencialmente si hablamos de compras excesivas y no de un trastorno como tal.
“Cuando las tiendas físicas estaban cerradas, seguía comprando a través del móvil, tenía más de 20 aplicaciones de tiendas instaladas. Había semanas en las que me despertaba en mitad de la noche para seguir comprando. No es ninguna tontería, es una adicción igual de perjudicial que cualquier otra”, explica Marta. La joven señala directamente las rebajas como un período crítico para las personas que sufren este desorden. “En mi caso aumentaban las compras porque veía que todos lo hacían y que era el momento”. Tras llegar a casa con las bolsas, Marta las escondía, entonces aparecía la vergüenza y la culpa. “Sabía que lo que hacía no estaba bien. Llegué a vender joyas de mi madre para comprar otras nuevas”. Tras su adicción se escondía un cuadro de depresión y ansiedad generado por varios problemas personales. “Sin ir a terapia, nunca hubiera conseguido frenar el bucle en el que me encontraba”.
El psicólogo Antonio García encuentra el origen del TCC en la cultura consumista de hoy en día, en la que la persona busca la felicidad y llenar los vacíos vitales a través de las compras desmedidas. “Este es un fenómeno que se da desde que el capitalismo inundó el mundo. Las personas buscan aliviar su malestar emocional a través de las compras, el problema es que se crea un círculo que llega a ser peligroso cuando se pierden los límites, y entonces ese consumo impulsivo se multiplica porque la persona afectada lo ve como una vía de escape”. Para Antonio, más que el empobrecimiento personal, el problema reside en el plano emocional.“Hay que ver cuál es el motivo de sufrimiento de la persona, de qué quiere huir, cuál es la situación en la que no quiere estar, y tratarlo con terapia cognitiva conductual”.
La psicóloga Marina Moreno, por su parte, explica que esta conducta suele darse al inicio de la edad adulta, entre los 18 y 30 años, que se puede ir agravando con el paso del tiempo e incidir más cuando la persona afectada tiene un trabajo estable. Un problema cuya presencia es mayor en mujeres que en hombres. “Es fácil si lo estás pasando mal, caer en el entramado del consumismo, más aún siendo mujer debido a los estereotipos de género. La sociedad te dice que tú como mujer, debes maquillarte, vestir bien y ser más superficial, la publicidad sabe muy bien sostener los mandatos de géneros, y si no sabes gestionar bien las emociones puedes llegar a caer en un vacío existencial que te lleve a realizar este tipo de conductas”. Moreno hace referencia a un estudio en el que los hombres con TCC suelen adquirir objetos relacionados con las aficiones o la electrónica, mientras que las mujeres que presentan la misma patología, los principales artículos comprados son joyas, ropa y productos de perfumería.
Ambos psicólogos coinciden en que lo primero es identificar qué vacío intentas llenar con esas compras y reconstruir esa parte dañada. “Le digo a mis pacientes que cuando creas que vas a caer, se paren detenidamente, que apliquen la estrategia y herramientas que han aprendido, y que se pregunten si de verdad lo necesitan”, Marina añade un consejo más, evitar llevar la tarjeta de crédito y no salir con demasiado dinero a la calle.
Ni las rebajas ayudan ni la crisis sanitaria ha conseguido frenar el consumismo desmedido, más bien todo lo contrario. “En el confinamiento ha crecido esta problemática derivada de las facilidades de compra que da internet, ligado a la frustración del momento, dándose cada vez a edades más tempranas”.
A la adquisición de bienes prescindibles como estrategia de afrontamiento del estrés, que no da resultado, está la otra cara “el riesgo de desarrollar adicciones más nocivas para la salud está directamente relacionado”.