Ni siquiera el Domingo de Resurrección se salvó este año de la inestabilidad meteorológica que ha venido marcando el devenir de la Semana Santa. De hecho, la amenaza de lluvia aconsejó suspender la procesión de Cristo Resucitado, que desde hacía un cuarto de siglo venía recorriendo el entorno de la Catedral de manera ininterrumpida.
En cualquier caso, las adversas predicciones meteorológicas volvieron a errar, toda vez que apenas se registraron precipitaciones durante toda la jornada. No en vano, la Hermandad del Cristo de la Expiración -refugiada en San Miguel desde el Viernes Santo- pudo regresar a la ermita de San Telmo a pesar de esos partes.
La Hermandad de Cristo Resucitado decidió suspender la salida procesional minutos antes de las diez de la mañana. Poco después se llevaría a cabo un traslado en el interior de la Catedral de cara a colocar el paso junto al presbiterio pensando en el solemne pontifical que a partir de la una de la tarde debía oficiar el obispo diocesano, José Mazuelos. La Agrupación Musical San Juan tuvo de este modo ocasión de interpretar algunas marchas a la imagen que tallara Luis González Rey.
En su homilía, el obispo asentó en la realidad de la vida impuesta más allá del sepulcro la consideración de que “la soledad de la vida humana ha sido iluminada, ahora es posible el amor, ahora es posible en un mundo materialista contruir la familia, amar para siempre, es posible la fidelidad y el perdon, ahora la enfermedad, las dificultades y los avatares de la vida no pueden con nosotros, ahora podemos gritar con Pablo que todo lo puedo en aquél que me conforta porque nada podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús”.
“Es ésta la alegría pascual que brota en el corazón de todos los cristianos llamados a vivir con gozo la gloria de Cristo Resucitado, y se nos invita a participar no a ser espectadores de ello”, añadió el prelado, señalando la convicción de una condición vital de este misterio presente en la vida de cada uno de los fieles. En ese tono brindó el pastor su mensaje que, bebiendo de Porta Fidei, la exhortación pastoral que abrió este Año de la Fe, subrayó por medio de una invitación del camino que llevó a la tumba a María Magdalena.
“Tantas veces parece que nuestra vida no tiene solución, que nuestro matrimonio no tiene solución o que nuestra familia no puede crecer en amor”, explicó el obispo diocesano, que, con María Magdalena “que desde la oscuridad acudió al encuentro de Cristo”, es preciso acudir a la Iglesia para encontrar al Resucitado que ofrece respuestas a la vida cotidiana. “Es posible una civilización del amor”, enfatizó monseñor José Mazuelos recordando a los misioneros o las obras sociales de los católicos.
La solemnidad de la celebración estuvo fortalecida por la presencia de la Orquesta y Coro de la Capilla Musical Catedralicia dirigida por Ángel Hortas.
La Hermandad del Cristo de la Expiración había fijado su regreso a San Telmo para las cinco de la tarde. Aunque existía riesgo de lluvia, la junta de gobierno determinó el inicio de un traslado que apenas alcanzaría la hora de duración. El cortejo tomó por Barja, Antón Daza, Cerrofuerte, San Justo y Pavía, para de este modo acceder a la plaza del Santísimo Cristo de la Expiración.
El crucificado apenas estuvo en la calle unos cuarenta minutos. Detrás, San Juan Evangelista y María Santísima del Valle, que fue despedida con una saeta. Justo a su entrada en el templo se registró una leve llovizna. Una de tantas cómo han alterado el normal desarrollo de esta Semana Santa.