Jerez

“Sueño que los valores del amor responsable cambien la sociedad”

“Hay un capitalismo feroz. El dinero y la ganancia dominan otro tipo de valores. No hay ética. La derecha apoya el capitalismo y la izquierda ha perdido sus valores”

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  • Antonio Gómez con su libro. -

Antonio Gómez Moreno, presidente y fundador de Madre Coraje, ha sido galardonado con el Premio Estatal al Voluntariado Social 2013. La entrega del premio se celebró en Pamplona en un acto presidido por la Princesa de Asturias.

“Si me puede esperar cinco minutos, hablo con estos señores y llego a un acuerdo. Si escucha gritos, entre”. Cordial, afable, risueño Antonio Gómez Moreno era la viva estampa de un hombre tremendamente ocupado, pero satisfecho con lo que está haciendo. Allá, en su despacho de Madre Coraje, hablaba con dos voluntarios “con los que ya he llegado a un acuerdo, gracias, pueden pasar”  y nos recibía “para que pregunten lo que quieran, que aquí estoy para responder”. Llevaba un par de semanas para sentarme con él, pero el tema del Premio al  Voluntariado le ha llevado  días de mucho ajetreo y también a jornadas especiales para él y los suyos. No es, en cualquier caso, el primer premio que ha recibido... 
— Recibí el premio al Voluntariado de Jerez, también el de Andalucía y este ha sido el premio estatal. Ha sido a traición ya que presentó la candidatura la responsable del voluntariado de aquí. Lo creyó conveniente y no me dijo nada. Me enteré cuando me llamaron desde el Ministerio de Sanidad diciendo que, por unanimidad, me habían dado el Premio al Voluntariado Estatal 2013. Esto me ha supuesto varias satisfacciones como son el reconocimiento, no el agradecimiento porque el principio de gratuidad nuestro nos lo prohibe, de la Asociación Madre Coraje fundamentalmente, ya que tenía como objetivo la promoción de la propia Asociación, que se puede dar más a conocer por las distintas comunidades. A su vez ha servido, y para mí es lo más importante, para tener una serie de reuniones en Pamplona con mis familiares, que tengo muchos allí, e ir a Madrid y reunirme con todos los familiares que tengo también allí. Ha sido muy emotivo para mí. Han sido cinco días en los que me han acompañado mis hijos, mis nietos, por lo que este premio ha supuesto, desde el punto de vista familiar, una satisfacción muy grande.
— Este premio coincide con la aparición de su libro “La Gratuidad. Desde mi experiencia de vida” que está siendo un éxito editorial.
— Efectivamente. Tampoco me lo esperaba. Escribí un libro para decir a la sociedad que los valores de la ganancia, por encima de todos los valores, llevaba a una sociedad enferma, una sociedad que no tenía futuro, una sociedad en la que se están creando una serie de injusticias con los marginados. Por eso decidí escribir el libro para hablar, sobre todo a los jóvenes, de que hay otros valores más importantes que la ganancia, que el dinero, que el egoísmo y que merecen la pena. Y lo he escrito desde la experiencia mía vivida, desde que los acontecimientos de mi vida me fueron demostrando que estos valores pueden transformar mucho más y mejor que el propio dinero en sí. Eso que yo había descubierto en mi vida podría trasladarlo al libro para que el lector descubriese esos otros valores. Lo que no me podía esperar  era el respaldo que ha tenido. Quizá porque el pueblo en general está asqueado de la situación, de las corrupciones, de las deshonestidades, de las mentiras y harto de leer todos los días en los periódicos lo mismo es por lo que han agradecido que hubiese alguien que, desde su experiencia, esté descubriendo o difundiendo el valor de la gratuidad como el arma más principal que tiene el ser humano para trabajar y para luchar contra el egoísmo actual. ¿Me estoy enrollando?
— En absoluto. Siga, por favor.
— El día que presenté el libro aquí en Jerez esperaba que vendrían veinte amiguetes y vinieron doscientos; creí que iba a vender veinte libros y vendí ciento treinta y me faltaron. Ví que cuando leían el libro lo difundían con el boca a boca. Ayer, desayunando en una cafetería, se me acercaron dos personas diciéndome que le había dicho el cuñado que el libro era maravilloso, que había comprado quince para su familia y querían seis más. Parece ser, me dije, que hay una sed de nuevos valores en la sociedad, que están repudiando lo que están conociendo día a día.
—Lo que están conociendo es el ultraliberalismo..
— Y un capitalismo feroz, donde el dinero y la ganancia están dominando cualquier otro tipo de valores. No hay ética, La derecha está favoreciendo este capitalismo y la izquierda ha perdido sus valores, por inclinarse por el dinero más que por los valores de la ética. Y el ciudadano está indignado con sus representantes, Las entidades bancarias, egoístamente, han ido, por razones de dinero, por ansiedad de dinero, poniendo en una situación al país en la que los empobrecidos, como siempre, son los que han pagado la papeleta. Esto es denunciable. La sociedad en general quiere otros valores distintos al egoísmo, la ganancia por encima de todo, este mercantilismo en el que hemos llegado a tergiversar valores tan bonitos como la amistad. La hemos manipulado hasta hacerla una moneda de cambio. Yo te doy esto, pero espero que cuando yo tenga una necesidad me lo devuelvas. A dónde hemos llegado. Hemos hecho de la amistad una moneda de cambio. En eso ha metido el mercantilismo a esta sociedad. Tenemos que despertar  nuestras conciencias y decir que queremos otros valores que no sean moneda de cambio. Hemos llegado hasta mercantilizar el valor más bonito que tiene el ser humano, que es el amor.
Habla consciente de todas y cada una de sus palabras. Una llamada de móvil la solventa con rapidez para seguir hablando de ese amor que dice que está también mercantilizado.
—  Daba yo una conferencia sobre la gratuidad a matrimonios. Hablaba de la importancia de la gratuidad, que es ayudar a los más necesitados sin pedir nada a cambio. Le preguntaba a ellos si en sus matrimonios eran gratuitos y me decían que sí, que eran muy gratuitos. Y les pedí que me contestasen sinceramente a una pregunta. ¿Si vuestro cónyuge deja de amaros, seguiríais amándolo? Hubo un silencio tremendo. La gente agachó la cabeza. Alguien me dijo que se lo había puesto muy difícil. Eso es gratuidad. Del amor que es tan bonito no podemos hacer una moneda de cambio. Tú me amas, yo te amo y si tú no me amas, yo no te amo. 
— ¿Cómo se topó con esto del voluntariado?.  
— Soy voluntario desde hace cuarenta y cuatro años. Comencé en 1961.
— A Jerez llegó en 1969.
— Sí. Mire, en el 61 estaba estudiando la carrera de Física y algún compañero me dijo que iba los domingos a construir casas para personas que no tenían y empecé a construir casas los domingos. 
— ¿De qué sitio estamos hablando?
—  En Madrid, en el barrio de Orcasitas, cerca del barrio donde el padre Llanos estaba haciendo una labor estupenda. Fue una primera experiencia de voluntariado, pero la más importante, donde me impregné de esa ideología nuestra que es el amor responsable, basado en la gratuidad, la igualdad y la solidaridad y de ese efecto de transformación social tan tremendo donde actúas desde amor responsable, la tuve un verano que había acabado, sin suspensos, tercero de Física y no sabía lo que hacer. Me encontré con un chileno que estaba dando un mitin para ayudar a trescientas setenta familias de la ribera del Manzanares que habían construído sus casas oradando en una falla que tenían en el litoral del río. Vivían en esas cuevas que se habían inundado por una crecida del Manzanares y el chileno pedía ayudarlos no con mantas o alimentos, que lo único que haría, de alguna manera, era proteger las conciencias de las personas. Decía que ellos tenían que resolver el problema, que tenían que ser actores de su propio desarrollo y que lo que había que hacer era ir allí para hacerse pobre con los más pobres y sacarles de su individualismo. Pidió voluntarios para ir allí, y yo, como me apunto a un bombardeo, levanté la mano. Miré a mi alrededor y nadie la había levantado. Me dio vergüenza agachar la cabeza cuando vi la cara de satisfacción del chileno y me fui allí en las condiciones que había dicho. No podía llevar mochila ni dinero. Tenía que ser tan pobre o más que los demás. Y en cuatro meses, utilizando el amor responsable, desde la gratuidad, la igualdad y la solidaridad se transformó ese colectivo hasta conseguir trescientas setenta casas dignas. Es una de las cosas que cuento en el libro. Es, desde esa experiencia en el voluntariado, cuando veo la importancia que tiene el amor responsable. Y desde ahí invito a transformar la sociedad desde el amor responsable, no desde otros sistemas.
—  ¿Y desde el Manzanares a Jerez? 
— Antes, estaba trabajando en Astilleros Españoles y un compañero me dice que la Unesco había pedido un técnico para  hacer una diagnosis para ayudar a unos astilleros de Callao y Chimbote en Perú. Debía ir de voluntario para hacer una diagnosis, que era un poco mi especialidad, para ver por qué estaban perdiendo dinero los astilleros. Me apunté. No iba a cobrar nada, solo me iban a pagar el viaje y la estancia. Pero aquello cambió mi vida. Aprendí lo que era la solidaridad. En cuatro fases. Aprendí que para ser solidario primero es necesario conocer las injusticias. Aprendí que si no tienes un corazón suficientemente sensible para que te duelan las injusticias nunca serás solidario. Aprendí, al ver esas injusticias, de haberte dolido mucho la situación, como me dolió a mí saber que allí morían de hambre doscientos niños, de 12,  13, 14 o menos años, al día, pasar del corazón a la razón. Mi primera barrera para pasar del corazón a la razón fue refugiarme en que no era cómplice de la situación de esos niños. Yo le echaba la culpa a todo el mundo. Eso es lo que se hace, echar la culpa a los demás para salvar tu conciencia. Pero me pregunté que qué responsabilidad tenía en la muerte de esos niños y piensas y te das cuenta del dinero que derrochas inútilmente, del tiempo muerto, como decimos por aquí, que perdía miserablemente y constaté que ese tiempo que perdía no era muerto, sino criminal, porque era cómplice por no utilizar ese tiempo disponible en ayudar a esos niños. Me hice responsable e hice una opción de vida por estos niños. Y a partir de entonces mi vida cambió  de forma que mi escala de valores, por encima del dinero y de todo, era ayudar a estos niños y así nació la Asociación Madre Coraje.
— Y nació en Jerez. ¿Cómo llegó a Jerez y cómo se creó la Asociación?
— Yo estaba en la Naval de Sestao y, por razones de salud, porque cogí un asma crónico, me dijeron que me tenía que ir de Bilbao y pedí que me trasladasen a Matagorda, en Puerto Real. Me destinaron allí y probé en Cádiz, pero la humedad me sentó fatal, después en San Fernando, en Puerto Real y, por último, vine a Jerez y me sentó suficientemente bien. Esa es la razón de mi llegada.
— ¿Y la Asociación?.
— De vuelta de Perú mis hijos estaban estudiando en el Colegio La Salle, aquí en Jerez. Reuní al APA del Colegio, les expuse mi experiencia en Perú y mis inquietudes y, gracias al Colegio, conseguimos enviar dos contenedores en verano. Pero nos dimos cuenta que los niños comen todos los días y que el compromiso tenía que ser contínuo y nos conjuramos de que no pararíamos en la lucha por estos niños y decidimos hacer la Asociación Madre Coraje.
— Que nació exactamente.
— En 1992, en el Colegio La Salle de Jerez, con un grupo de amigos.
— Y desde entonces...
— Hace 22 años que estoy entregado por entero a la Asociación. Me jubilé en 1992, con 55 años, y decidí  dedicarme a los más marginados, a los toxicómanos de la cárcel. 
— Claro, porque usted también es cofundador de Proyecto Hombre aquí en Jerez
— Cierto. Y le dije a Luis Bononato, el presidente de la Asociación, que yo había hecho opción por los más marginados y que entendía que los toxicómanos internos en la cárcel no tenían la posibilidad de acogerse al plan del Proyecto Hombre y quería darles la oportunidad de que pudiesen hacer el programa de acuerdo con el artículo 182 del Código Penitenciario. Llevo diecinueve años yendo todas las semanas a la cárcel, dándoles la oportunidad a los internos de que puedan rehabilitarse en el programa del Proyecto Hombre, que es el mejor programa que hay.  
— La verdad es que su vida es de película, aunque yo, a lo mejor, diría que es una vida real. 
—Usted lo ha dicho. Es una vida real. Quiero demostrar que desde la gratuidad, desde un amor responsable se puede transformar la sociedad. Mi sueño, como soñar no cuesta nada,  es que algún día estos valores del amor responsable lleguen a ser a un movimiento social que cambien estas estructuras injustas que tenemos.  
— ¿Es injusto Jerez o es solidario?  
— Jerez es muy solidario. Yo me pregunto a veces que si Madre Coraje hubiese nacido en otra ciudad tendría el apoyo de toda la ciudadanía, del Ayuntamiento, de las instituciones públicas. No lo sé, pero sería difícil haber tenido la acogida y el apoyo que ha tenido en Jerez. Creo que si ha crecido como ha crecido, ya que estamos en todas las comunidades de España, es gracias a la solidaridad de los jerezanos  
— Pero Jerez también necesita solidaridad.
— Los empobrecidos son tanto los de allí como los de aquí y por eso hemos abierto líneas de ayuda local como son los huertos solidarios, la Asociación para comprar huevos a Afanas y dárselos al comedor del Salvador, la labor que está haciendo Educación para el Desarollo para la asignatura de la solidaridad, meterla en colegios, institutos, universidades, en los medios y los veintitrés mercadillos que tenemos en Andalucía para ayudar a los emigrantes, a los empobrecidos... 
— A usted se le ve feliz.
— Sí, la felicidad está en sentirse satisfecho con uno mismo. Yo cuando llego a casa, ya que estoy aquí hasta las tres de la tarde,  sigo trabajando y ayudando a mi familia, porque mi mujer es una santa, sufridora de mis ausencias y es la que con resignación, generosidad  y amor me permite que haga estas cosas Apoyo a mi familia, a la Asociación.   A veces me encuentro como la persona que tiene tres queridas y tiene que atender a las tres, a la sociedad, a la familia y a la religión. Y lo paso fatal porque quedo mal con todos. Porque todas me piden más de lo que puedo dar. Cuando estoy cansado me pregunto si merece la pena. Y la respuesta es que sí. Eso es suficiente.    
— ¿Es usted religioso?
— Sí. El amor responsable no me lo invento, lo saco del Evangelio y desde ahí le pongo término porque somos acofensionales y apartidistas, pero hablo lo que aprendí del Evangelio. No invento nada.
 

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