Jerez

La historia de mi ciudad IV: El bullicio callejero era notable

Siguiendo el paseo, en ocasiones bajábamos por General Castaños para tomar Prim y descender hasta calle Tarifa donde Almacenes Mérida era nuestra referencia para retornar hacia la zona centro.

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  • A la izquierda la farmacia Almagro y a pocos metros la vieja pasteleria de La Rosita, en la calle Emilio Santacana. -
Siguiendo con nuestro caminar por el centro de Algeciras y continuando en dirección a Plaza Alta procedentes de General Castaños, pasábamos por delante del edificio de Correos y Telégrafos y por el Bar Los Rosales del que era propietario el padre de nuestro buen amigo y compañero de instituto, Alberto Pérez de Vargas, al que por aquellas fechas llamábamos el niño, ya que aunque era de nuestro curso tenía dos años menos que sus compañeros y era todo un superdotado en el plano intelectual.

Frente a este establecimiento estaba situado el Bar Moya, también de gran solera y cuyo propietario lucía una clásica pajarita en el cuello de su impecable camisa blanca; junto a éste, el Bazar Segura. Llegados a la Plaza Alta se producían las despedidas y las carreras para llegar puntualmente a casa.

La segunda opción, si todavía estábamos dentro del tiempo de llegada a nuestras casas, era salir del callejón del Ritz y tomar a la derecha para pasar por el viejo edificio de Falange en donde en ocasiones nos entreteníamos jugando al ping-pong o a los futbolines.

Esta instalación se situaba justamente en la misma esquina de General Castaños con Prim y en ella ha estado en tiempos más actuales ubicada una churrería conocida como Los Especiales.

Bajando por Prim nuestro recorrido tenía como límite Almacenes Mérida al final de calle Tarifa que era donde dábamos el giro para volver hacia el centro.

En todo el tramo solíamos hacer alguna que otra parada en la confitería El buen gusto del padre de nuestro buen amigo Luis Alberto del Castillo flamante cronista oficial de la ciudad y en donde se exhibían los gildas y las Milhojas que hacían las delicias de sus probadores.

Terminando Prim a la derecha estaba una vieja cervecería que llegaba hasta la esquina con Castelar y que ponía unas excelentes tapas de gambas a la gabardina y calamares rebozados.

Justamente enfrente abría sus puertas un comercio, tipo mercería conocido como El Escudo de Madrid (Los Ratones) y que tenía una peculiar fachada de azulejos que aún se conservan en la parte alta del edificio.

Había que destacar además en esa zona la talabartería de Rodríguez padre de José Ignacio Rodríguez Muñoz y la zapatería La Ibérica.

En la zona de Emilio Santacana, justamente en esquina con Castelar, existía una ferretería de nombre El Martillo de la familia Rivera, que era el centro del bricolaje de la época y justo enfrente había una pequeña pastelería, La Rosita, regentada por la mujer del gran defensa central del Algeciras Club de Fútbol, Juan José, que formara una impenetrable cobertura con Mendoza Rafaelin y Torollo.

En ese área y más debajo de la ferretería una bodega, la de Bianchi, exhibía unos magníficos toneles de roble canadiense que albergaban deliciosos vinos, siendo especialmente apreciados sus olorosos dulces.

Es de destacar en la zona la farmacia Almagro, posiblemente el establecimiento en activo más antiguo de toda la ciudad, que conserva su antiguo exornado de madera y los frascos de fórmulas magistrales, así como un estupendo reloj, pese a estar en la actualidad completamente remodelada.

Tampoco podemos olvidar en la misma esquina con calle Tarifa pero asentado en calle Monet, el bar Puerta del Sol, de los hermanos Porto Dominguez, que solía ser muy visitado por propios y foráneos no sólo por la mañana por la proximidad del mercado de abastos, sino también por las tardes y noches. Una taberna de lujo asentada entre calle Tarifa y Las Huertas tenía el simpático rótulo de Quita Penas y era muy frecuentada por los profesionales del vaso de la época.

Este establecimiento tenía un letrero que decía: Aquí no hay tapas, pero la bebía es muy barata. Es fácil colegir que se trataba de un paseo con paradas de rigor ante los los repetidos escaparates.

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