El sacerdote Enrique Hernández Rodríguez de los Ríos ha fallecido hoy a los 95 años de edad, según ha informado la Diócesis de Asidonia-Jerez.
La capilla ardiente se instalará en la iglesia de San Juan de los Caballeros, celebrándose el funeral por su eterno descanso mañana jueves a las 11.00 horas en la Catedral.
Enrique Hernández deja tras de sí una vida densa en la que ha compaginado la entrega a su vocación religiosa con la docencia y las artes plásticas, siendo artífice de un buen número de pinturas y bocetos de diversas piezas que hoy forman parte del patrimonio de las hermandades.
Nació en Jerez en 1925, despertándose su vocación cuando cursaba ya estudios superiores.
Tras este despertar se acercó al sacerdote jesuita Antonio de Víu para discernir su camino espiritual, comenzando a frecuentar la Congregación de San Luis Gonzaga en la residencia de los jesuitas de la plaza de la Compañía.
Llegó a ingresar en el noviciado jesuita de El Puerto de Santa María, pero terminó ingresando en el Monasterio de la Cartuja de Jerez cuando apenas contaba 18 años de edad.
Fueron unos problemas de salud los que un par de años después desaconsejaron que mantuviera su vida monástica, abandonando la Orden de San Bruno.
Todo ello le hizo replantear su vida, no convirtiéndose en presbítero hasta 1974.
En esa etapa intermedia trabajó como profesor en el colegio de los Marianistas y se convirtió en miembro fundador de la Hermandad de la Lanzada, en la década de los cuarenta del siglo pasado.
Posteriormente se convirtió en rector del Seminario Menor de Pilas.
A principios de los setenta fue instituido acólito y lector de la capilla del Palacio Arzobispal de Sevilla y en 1974 fue nombrado diácono por el cardenal Bueno Monreal, curiosamente en paralelo con Juan del Río Martín, segundo obispo de Asidonia-Jerez.
Meses más tarde y ya como presbítero fue destinado a Pilas para continuar su labor como formador.
Coincidiendo con la creación de la Diócesis de Asidonia-Jerez, en 1980, regresó a su ciudad natal para ejercer como vicario de la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, siendo nombrado posteriormente rector de la iglesia de San Juan de los Caballeros.
Además ejerció como capellán de las Hijas de la Caridad y del cementerio; confesor de las Hermanas de la Cruz, de las Hermanas de Belén y del Seminario y Canónigo Honorario de la Santa Iglesia Catedral.