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La genealogía nos da la versión científica de lo que se entiende por generación, un lapso de 25 años, así que cada vez que transcurre ese lapso, estamos...

Publicado: 25/02/2022 ·
09:17
· Actualizado: 25/02/2022 · 09:17
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  • Ciudadanos de Ucrania. -
Autor

Sol Cruz-Guzmán

Arquitecta de profesión por la ETSA Sevilla. Diputada por Sevilla en el Congreso de los Diputados

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La genealogía nos da la versión científica de lo que se entiende por  generación,  un lapso de 25 años, así que cada vez que transcurre ese lapso, estamos frente a una nueva generación. El tiempo entre guerras duró menos tiempo aún, tan sólo 21 años, justo la edad en la que, hasta la Constitución del 78, los españoles alcanzábamos la mayoría de edad.

Hoy nuestra generación, de las primeras nacidas en tiempo de paz, se despierta con el inicio de una nueva guerra, cuyas consecuencias, sea cual sea el desenlace final,  ya conocemos: Miedo, hambre, muerte y desolación. Vivir el día presente con la convicción de que puede ser el último. El horror de la guerra que sólo conocíamos por las duras historias de nuestros abuelos, por las series y películas que nos han  marcado, desde la lista de Schindler hasta la calle del adiós, que descubrimos en los documentales, que nos acercaron los valientes corresponsales de guerra que se siguen jugando la vida en los conflictos de Yemen, Afganistán o el Congo, se hace hoy real en nuestras vidas.

La vieja Europa, la gran Europa, escribe la primera página de una historia que nunca pensamos vivir. Crecimos esperanzados con que las armas del siglo XXI, la diplomacia, la palabra y la negociación, servirían para defender unas fronteras en un mundo global donde habían quedado difuminadas, pudieran sustituir a los tradicionales tanques y bombas. Vemos con angustia que las armas de la democracia no han sido suficientes.

Busco de forma compulsiva información sobre Ucrania y pienso que hace unos días estaba buscando en portales hoteles que cubrieran los alojamientos para el Interraíl  que hará mi hija universitaria este verano. Me detengo en Odesa, en su activo puerto y  en su grandiosa escalera, que dio título a la película del acorazado de Potemkin, un clásico que debemos ver en estos días, que se anunciaba en 1925 con un cartel al más puro estilo ruso.

Los carteles soviéticos, con su inconfundible estilo, se consideraban unos de los métodos más efectivos de propagar ideas y conceptos. Una gran revolución en el mundo de la publicidad. Una gran desgracia que hayan equivocado el mensaje, y no hayan promovido haz el amor y no la guerra.

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