Un ratito en la Plaza de San Julián

Publicado: 22/02/2024
Autor

Andi Koetxea

He publicado los libros “Huelva choquera y tabernera” (2021) y “Sevilla, la ilustre taberna” (2023), "Huelva choquera y tabernera II volumen" (2024) y "El Rompido 77. Los niños salvajes" (2024). Los bares y las tascas son la excusa perfecta para sumergirme en la antropología de la vida cotidiana

Querida taberna

Cerca del mostrador de bares y tabernas pasan cosas, y algunas muy curiosas. Este blog atrapa al vuelo esos sucedidos para que caigan en buenas manos

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Tapas que seducen van circulando hacia las mesas vecinas en la terraza callejera. Bajo los árboles parece que el aire mitiga el calor de un extraño febrero...
Tapas que seducen van circulando hacia las mesas vecinas en la terraza callejera. Bajo los árboles parece que el aire mitiga el calor de un extraño febrero. Pedimos papaliñá, un San Flamenquín y un Jacobín (1). Croquetas mezcladas de jamón y de espinacas. También bacalao con tomate. Las papas un poco pasadas. El resto delicioso. Una manzanilla de Sanlúcar. Un vermú de Bollullos. En el lateral unos azulejos recordando que Juan Peña El Lebrijano moró por estos lares. “Doh portale más pa´llá”, me dice la camarera. Está rellenita, pero se mueve con prestancia. Tiene voz que rasca. Una voz bonita, según mi acompañante.

Hay gente del barrio, gente joven, y gente que no lo es. Tienen en común que hacen de la caña su religión del mediodía. Día sí y día también. Dos guiris salidos del circuito en cualquier curva tapean con delectación. Unas personas ciegas parlotean sobre Huelva. Sobre las playas, a las que dan sus bendiciones. Como se levantan a pedir cañas no parece que la discapacidad sea excesiva. Los niños y niñas salen corriendo del colegio. Como almas que lleva el diablo se garantizan estar lo más lejos de allí cuanto antes. Las madres que los han recogido no tienen tiempo ni para una cervecita. Bueno, algunas sí.

Miro un poco más a la izquierda y leo GNSRHLDMNIAOEEE. Ahora parece que el que no ve del todo soy yo. El local comercial, de nombre intrigante, está cerrado. Luce como única identificación, aparte de ese gruñido ikeístico, una pintura de Pastora Pavón Cruz. La Niña de los Peines que tan de la Alameda fue y que allí tiene una estatua. Pequeña me parece para sus inconmensurables méritos. Las hojas del árbol que la cobijan sonríen porque se mecen a ritmo de bambera.

Se acerca uno de esos hombres de los que anuncia abundantes historias, sólo con sus andares. Se sienta. Es mayor, pero luce una melena cana abundante. Se rasca la pierna. Tiene la piel seca y se hace sangre. Parece que no puede parar y yo me arrepiento de no avisarle. Se incorpora y da buena cuenta de la caña. Se está quedando un mediodía para no moverse de aquí.



El cartel ha generado opiniones encontradas. Cincuentenario de la coronación canónica de la Hiniesta gloriosa y el 375 aniversario del voto de la ciudad. La virgen de la Hiniesta ya calienta motores ante la cercanía de su estación de penitencia el Domingo de Ramos. La talla original es gótica y es la que el autor del cartel, Ydáñez, ha elegido. “El gótico tiene esa potencia, esa fuerza atávica”, argumenta. Las posturas viscerales no reparan, quizá, en ello. El cartel, no obstante, aparece,sin que nadie se plantee lo contrario, en bares y comercios del barrio.

Hoy no he podido visitar a Juan de la taberna Azahar. Estaba fechada. Le he pasado por debajo de la puerta algo que escribí sobre esos momentos que se pasan allí. Tan cotidianos como extraordinarios. Que o los cazas al vuelo o a otra cosa, mariposa. Donde lean cosa pongan cachondeo, trifulca, tertulia. Aquí vienen de vez en cuando los de La Convidá. No es por casualidad.

Seguimos la ruta. No sé por qué siempre ese afán mío si aquí se está la mar de bien. Antes le pregunto a la camarera por el impronunciable rótulo. No soy el primero en los últimos tiempos, claro. San Hermenegildo. Como la calle. Misterio solucionado. Vaya telita. No era el nombre visigótico asaz oscuro como para reprimir anagrama tal. Estamos en Sevilla y el barroquismo puede ser considerado corriente que arrastra de forma irremediable.

(1) Inocente broma familiar.

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