U na historia sobre la infancia es el reto del escritor y periodista, que vuelve a aparecer en la escena literaria con Bancos de niebla, la que es su tercera novela, después de La vida en espiral y Tren de mercancías.
—¿Qué pueden encontrar los lectores en Bancos de niebla?
—Sobre todo mucha nostalgia, nostalgia por la infancia, una época irrepetible que siempre nos marca de forma indeleble, y donde todos los acontecimientos se viven con una intensidad inusitada. Mario, el protagonista, encuentra dificultades para relacionarse y asume su día a día desde una perspectiva casi siempre trágica. Es una especie de reverso oscuro de Peter Pan, incapaz de afrontar una edad adulta que exige tomar decisiones y asumir responsabilidades. Andrés, el otro protagonista y narrador de la historia, trata de comprenderle al mismo tiempo que lo hacen los lectores. Se crea así una especie de doble juego narrativo.
—¿Cuáles son los principales temas que aborda esta novela?
—Creo que se podrían resumir en tres: la memoria, la recreación biográfica –donde se manifiesta la imposibilidad de conocer del todo a alguien- y el acoso escolar. Sobre este último tema me había llamado mucho la atención el caso de Jokin, el chico de Hondarribia que decidió quitarse la vida por lo indefenso que se sentía ante sus compañeros de clase. Me documenté sobre el tema y decidí otorgarle un papel importante en la trama, jugando en contra del personaje, que se siente permanentemente diferente, casi un bicho raro en un entorno social donde todos los demás parecen desenvolverse a las mil maravillas.
—¿En qué te has inspirado?
—La fuente principal de Bancos de niebla son sobre todo recuerdos personales. Hace unos años un amigo de la infancia se suicidó sin que estuvieran claros los motivos. Aunque el personaje de Mario pueda parecer un trasunto suyo, en la novela se entremezclan las imágenes que conservo de otras personas de aquella época que también nos dejaron por diferentes motivos. Estas sucesivas desapariciones me hicieron ver que aquella época había llegado a su fin, pero que también había llegado el momento de escribir sobre ella para salvarla en cierto modo, dejar testimonio de su poderosa e imborrable huella.
—¿Qué ha sido lo más complejo a la hora de escribirla?
—Quizá la estructura misma de la novela, reducir los episodios y recuerdos al máximo para lograr una mayor intensidad emotiva, y que todo cobrara sentido al final. Mi idea inicial para Bancos de niebla era la de una novela larga, trufada de recuerdos y que transcurriera de un modo más o menos lineal, pero me di cuenta que de este modo nunca la iba a terminar, ya que siempre surgirían nuevas evocaciones y matices que me harían replantearme algunas partes. Opté entonces por los recuerdos más dolorosos o significativos en la vida del personaje, dosificándolos de forma que el lector se vea obligado a unirlos para formar el puzzle completo de una biografía –y esto es paradójico- siempre incompleta.
—¿Cuánto de autobiográfica o qué recuerdos de infancia aparecen en esta obra?
—Bancos de niebla está repleta de episodios autobiográficos o que sucedieron realmente y conocí a través de terceras personas, pero también hay mucho de invención, de recreación, ya que los recuerdos se deforman con el paso del tiempo hasta casi difuminarse y convertirse en un bosquejo. Eso le sucede al narrador cuando trata de recordar a su amigo Mario; se ve incapaz de contar su vida tal como fue, así que la cuenta tal como cree o le gustaría que hubiera sucedido. Me gusta que se confundan en el relato la realidad y la ficción, que cueste separar una de otra y el lector se pregunte qué es lo que ocurrió realmente, aunque eso importe poco para la credibilidad de la historia.
—¿Qué se ha ido manteniendo en tu escritura en La vida en espiral, Tren de mercancías y Bancos de niebla?
—Decía hace poco en la presentación que Bancos de niebla viene a cerrar una especie de trilogía sobre la creación literaria, ya que las tres son novelas escritas parcial o íntegramente en primera persona, y están protagonizadas por escritores o aspirantes a serlo que tratan de escribir. Se podría hablar, por tanto, de juegos metaliterarios en los tres casos, sólo que el estilo ha ido cambiando progresivamente hasta depurarse al máximo.
—¿Qué acogida está recibiendo por parte del público?
—La acogida está siendo bastante buena, por lo que estoy muy contento. Cuando uno escribe en la soledad de su estudio, con sus propios fantasmas, nunca sabe si ha logrado transmitir lo que quería. Por eso, cuando algunos lectores me dicen que han sufrido con el personaje de Mario y que se alegraron con ese premio final que no desvelaré, te sientes recompensado, ya que sientes que el esfuerzo ha valido la pena. Otra parte muy positiva de ese feedback de la relación lector-autor es cuando te descubren referencias de lecturas que ni se te habían pasado por la cabeza cuando escribías. Creo que eso enriquece el proceso de escritura.
—¿Qué proyectos tienes de cara al futuro?
—Ahora mismo me estoy documentando para otra novela que abarcará un periodo concreto de la historia reciente de nuestro país y que se desarrollará en el mundo del cine, mezclando personajes ficticios y reales.
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