Taiwán está lidiando con los efectos del mayor terremoto de los últimos 25 años, que habrían sido mucho peores si la isla no se hubiera preparado a conciencia para prevenir este tipo de desastres mediante una combinación de mecanismos de respuesta eficientes y estrictos protocolos de construcción.
Con una magnitud de 7,2 según la Agencia Meteorológica Central (CWA, por sus siglas en inglés) de Taiwán y de 7,4 de acuerdo al Servicio Geológico de Estados Unidos, el terremoto que sacudió este miércoles la costa este de la isla fue el segundo más intenso de su historia, tan solo superado por el sismo de magnitud 7,3 (o 7,7) del 21 de septiembre de 1999.
Las consecuencias de ambos sucesos, sin embargo, no podían ser más dispares: el terremoto de 1999 -más conocido como ‘Jiji’, en referencia a la localidad en la que se produjo- provocó más de 2.400 muertos y 11.300 heridos, mientras que el de este miércoles ha causado al menos 12 fallecidos, 1.106 heridos y daños menores a infraestructuras y edificios.
En opinión de T. H. Schee, miembro de la Open Knowledge Foundation de Taiwán y experto en defensa civil, los equipos de emergencias, los diferentes niveles de gobierno y la propia sociedad cuentan con una preparación mucho mejor ahora que hace 25 años, lo que explica, en parte, los efectos relativamente leves del terremoto.
“Ahora hubo muchísimos menos derrumbes de edificios, muchos menos muertos, la población ha estado muy tranquila. Hemos mejorado mucho en los últimos 25 años. Mucha gente se sacrificó y hemos aprendido de la peor forma“, asegura Schee en una conversación con EFE.
Una preparación obligada por la geografía
Ubicada en el “anillo de fuego” del Pacífico, considerada como la zona con mayor actividad sísmica del mundo, Taiwán sufre cientos de sismos de diversa magnitud todos los años, debido a la fricción de las placas tectónicas filipina y euroasiática.
El más intenso del que se tienen registros fue el terremoto ‘Jiji’, que sacudió el condado central de Nantou en la madrugada del 21 de septiembre de 1999, provocando el derrumbe de decenas de miles de edificios y la pérdida inmediata de electricidad en más de un millón de hogares.
Oriundo de Nantou, Schee describe como caóticas las horas posteriores al terremoto: los centros urbanos del centro y sur de Taiwán quedaron prácticamente incomunicados e infinidad de personas, presas del pánico y la incertidumbre, encabezaron un “éxodo” masivo desde el norte de la isla para regresar a sus lugares natales.
“Veías todos los caminos y las estaciones de trenes llenas de personas viajando hacia el sur”, afirma Schee al recordar aquellos días, en los que el Gobierno taiwanés tuvo que declarar el estado de emergencia ante la ausencia de un comando unificado de operaciones.
Lecciones aprendidas
Tras el terremoto del pasado miércoles, Taiwán no tuvo que declarar el estado de emergencia: el Centro de Respuesta a Emergencias coordinó el despliegue de más de 7.000 militares, policías y bomberos, que participan en las labores de búsqueda con una “gran red de grupos de voluntarios” diseminados por toda la isla.
Los daños en edificios también han sido mucho menores en esta ocasión, dados los estrictos protocolos de construcción que constantemente se actualizan con las últimas innovaciones para mitigar los efectos de los terremotos.
“Si construyes un edificio de más de quince metros tienes que usar ciertos materiales y contratar a un tercero que supervise el cumplimiento de las regulaciones para velar por la integridad de la estructura”, subraya Schee, para agregar que estas normas están mucho más implantadas en las áreas con edificios nuevos.
El Taipei 101, el rascacielos más alto e icónico de la capital, constituye un ejemplo perfecto de este tipo de avances: su estructura está equipada con un péndulo de 660 toneladas que, situado entre las plantas 87 y 92 del edificio, permite amortiguar los temblores provocados por terremotos o fuertes vientos.
Con todo, la coordinación gubernamental y las mejoras arquitectónicas no servirían de nada sin el compromiso de la población taiwanesa, cuya preparación ante terremotos es infinitamente superior hoy a la de hace 25 años.
“Los niños y la gente joven reciben entrenamiento y programas de preparación, así que saben cómo actuar y estar relativamente tranquilos”, asevera Schee, quien también relaciona esa serenidad con el flujo constante de información tras el terremoto del miércoles pasado.
“Lo mejor es que no se fue del todo la energía y podías seguir obteniendo información del Gobierno o de los miembros de tu familia, así no entrabas en pánico. En 1999 todo el mundo estaba asustado porque no había información”, constata el experto sobre un sismo que no pudo doblegar la “resiliencia" de Taiwán.