El gran triunfo de Alberto Sellés en el Real Teatro de la Cortes

Rodeado de los mejores artistas, el joven bailaor isleño representó una nueva versión de la obra 'En libertad'.

Publicidad Ai
Publicidad Ai
  • Alberto Sellés -
Callado, observador, siempre en la búsqueda de su espacio, de su libertad, y así, de puntillas sin hacer mucho ruido se coló Alberto Sellés el pasado 19 de febrero en el edificio cuna de las libertades, en el Real Teatro de las Cortes, un sueño para ese chiquillo que quería bailar desde que tenía cuatro años.

El bailaor isleño llegó desde Sevilla después de estudiar durante un año becado por la fundación flamenca Cristina Heren con los grandes maestro, como son Rafael Campallo, Javier Barón y Andrés Peña, para repetirnos su espectáculo En Libertad, pero con grandes cambios, desembarcaron e hicieron crujir las tablas del remozado pero vetusto e histórico teatro en el año del Bicentenario de las Cortes, en el momento justo, justo en su momento cumbre. Y cumbre estuvieron todos.

Porque Sellés tiene ese don, esa capacidad de dejarse querer, de hacer equipo, de rodearse de artistas excelentes, de que las consagradas guitarras de Juani de la Isla, Adriano Lozano y Manolo García suenen en directo como si de un estudio se tratara, serenas, a compás, rítmicas y con una compenetración total con el artista, así como de esa cantaora con sabor a mar que nos vino de la capital como es Anabel Rivera, la cual nos deleitó, al principio, acompañada por el violín de Emilio Martín por milongas, siguió la bailaora Tamara Lucio (Sevilla) con su baile flamenco por malagueñas del Mellizo que interpretó dos de nuestros cantaores de la provincia como son Jesús Castilla, con esa voz que nos recuerda a nuestro entrañable Camarón y terminando por abandolao, Emilio Florido con esa voz impresionante y rasjada de hacer flamenco  .

Se abrió el telón en la segunda parte y Sellés regresó haciendo una pincelada solemne en un martinete donde el taconeo fue de lujo, rítmico pero sin tapar a las grandes voces de Victor Carrasco y Emilio Florido que lo acompañaron, las vueltas tampoco se quedaron atrás y estas sirvieron para pasarse a las seguirillas sin tener que cambiar de compás y terminando con esa fuerza que tiene Manué El Cotorro (Sevilla), Anabel nos volvió transmitir sus sentimientos con una nana y para terminar Alberto siempre cambiando de vestuario, se arrancó por soleá, muy despacito, marcando bien los tiempos y utilizando una de sus mejores armas; la teatralidad, con el gesto demuestra una madurez y una seguridad que hace que pensar en lo que gana cualquiera que deja la frialdad del rostro a un lado.

Se abrió la tercera parte por tangos, en la cual los guitarrista brindaron una melodía creada para la ovación y la que la fuerza, improvisación y armonías junto con esa percusión exquisita de Jorge López (Cuba) adornó dichos ritmos. Se siguió por bulerías a golpe de mesa por parte de todo el elenco y a capela, seguimos con la incorporación de la bandurria magistral de Paco Rodríguez por tanguillos, siguiendo con el baile de Jeramys Pérez (La Habana) por son cubano interpretado por ese pedazo y genial cantaor Victor Carrasco (Punta Umbría), Repentismo (cantes cubanos) y termiando con su gracia y simpatía por guajiras y para acabar dicho espectáculo nos brindaron toda la compañía con un baile por Alegría, desparpajo roneando por este palo, dejó al público asistente con muy buen sabor de boca y con todo el Real Teatro de las Cortes en pie.


Resaltar que el cante, el toque y baile se fundieron llevados por la fuerza de los gestos del bailaor y sus acompañantes, reflejando toda la fuerza que transmitió el diseño del espectáculo que creó la maravillosa y guapa actriz como es la isleña Mar Rodríguez, que siente su tierra y lo transmite en cada escena, en cada momento del espectáculo, en ese afán por la perfección, por la calidad, por “pellizcar” al público, por la provocación del sentimiento.


Alberto miró a la “libertad” con gestos y movimientos innatos , dominó en todo momento la escena, estuvo simpático, dramático, desafiante, interpretó y sintió que el público, su público se emocionaba místicamente en el edificio donde clérigos y civiles aunaron sus esfuerzos en pos de la “libertad”.


Sólo nos queda decir que este artista y su compañía no tarden mucho en volver a deleitarnos por tercera vez, con su maravilloso espectáculo y dejando en la mente de los aficionados la certeza de que dentro de unos años podrán decir que ellos vieron a Alberto Sellés.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN