En unos días acudiremos una vez más a las urnas. Concretamente el 9 de junio. Esta vez se trata de unas elecciones en las que se elegirá un nuevo parlamento europeo.
Habitualmente hemos prestado poca atención a estas elecciones, de tal forma que en general desciende el porcentaje de participación en las mismas. Y sin embargo cumplidos 38 años de nuestro ingreso en la Unión Europea posiblemente sean ya muy pocas las materias de nuestra vida cotidiana y las políticas que las regulan que no se encuentren condicionadas por las normativas europeas.
La mayoría de ellas de obligado cumplimiento para cada uno de los estados. Sucede con todas las normas relativas al consumo o a las políticas medioambientales. Es el caso también de las cuestiones relativas a las políticas agrarias o los acuerdos con terceros países en el ámbito del comercio, las importaciones y las exportaciones. La lista sabemos que es interminable.
Entre ellas quiero destacar que es particularmente importante la arquitectura de protección de los derechos humanos, tanto el Convenio europeo de Derechos Humanos como sus tribunales. Y los ejemplos de esta protección son muy destacados para España ante la deriva cada vez más reaccionaria y conservadora de la justicia en este país.
Resulta no obstante comprensible que la ciudadanía asista a estas elecciones con escasa convicción porque aparecen lejanas y ajenas a las necesidades y preocupaciones de la gente. A ello contribuyen sin duda los muchos déficits democráticos de la UE, la supeditación a poderes financieros y económicos o políticas que nos causan verdadera repugnancia. Como el apoyo al gobierno genocida de Israel en su masacre del pueblo palestino, o la puesta en marcha de políticas migratorias que están suponiendo enormes violaciones de los derechos humanos de las personas que intentan llegar a nuestro continente
Pese a todo ello, las elecciones que se celebran el 9 de junio en toda la Unión Europea pueden marcar el rumbo. ¿Asistiremos a un crecimiento espectacular de la extrema derecha que, aliada con la derecha tradicional, tome la deriva de un brutal recorte en los derechos humanos y suponga un despiadado retroceso en las políticas progresistas? ¿Dejaremos que apoyen aún más el exterminio del pueblo palestino? ¿Permitiremos que continúen, aún más, la guerra contra las personas migrantes? ¿Consentiremos que desaparezcan las imprescindibles políticas contra la discriminación y por la igualdad o que terminen suicidándonos a todos acabando con la protección del planeta? ¿Dejaremos que cuestionen y terminen con la justicia social en beneficio de los más ricos?
En realidad, lo que pase en Europa, de alguna forma, dependerá de todas y todos; dependerá de la gente que vayamos a votar. Tendremos que votar para marcar un rumbo de consolidación y avance de los derechos sociales, de los derechos políticos y la democracia en la UE, de la igualdad y las políticas medioambientales. Así que sí, con toda claridad, hay que votar para marcar el rumbo de los derechos humanos en Europa.