Carismático, autoritario y definitivamente talentoso, Steve Jobs fue el máximo responsable de la bonanza de Apple, una edad dorada que sobrevive a su muerte gracias a un legado de productos convertidos en objetos de culto y la firme apuesta continuista de la junta directiva.
Jobs falleció el 5 de octubre a los 56 años tras una larga lucha contra el cáncer de páncreas, justo cuando se encontraba en el momento cumbre de su carrera hasta el punto de haberse convertido en un gurú que marcaba la pauta a seguir en el sector a base de innovación y diseño atractivo.
Su mano estuvo detrás de los ordenadores Mac, cuyas ventas gozan de buena salud mientras los PC se desinflan, ideó el teléfono inteligente más popular, el iPhone, y emprendió el lucrativo negocio de las tabletas informáticas con el iPad, absoluto rey del floreciente mercado.
Fue Jobs quien pensó en el iPod cuando el mundo había empezado a hacer su transición del "walkman" y el "discman" a los reproductores portátiles de música en mp3.
Más allá de los aparatos físicos, clave en esa expansión del universo "i" fue el soporte de aplicaciones y de servicios creadas al amparo de la tienda audiovisual iTunes, un entorno que comenzó a crear a finales de los años 90 cuando retomó las riendas de la empresa que había fundado en 1976 junto con Steve Wozniak.
El difunto líder de Apple demostró que sus ideas y su fórmula de venta, enfocada en ofrecer productos de alta gama sin condicionar la calidad al factor precio, resultó un éxito ya que lejos de ahuyentar clientes creó una legión de fieles en todo el mundo dispuestos a comprar cualquier cosa que llevara el logo de la manzana mordida.
Jobs fue quien antes de fallecer apostó por Tim Cook, su mano derecha en la empresa y anteriormente jefe de operaciones, para sucederle como timonel de Apple, y el nuevo capitán se apresuró a confirmar su intención de mantener la nave en el mismo rumbo.
Una de las primeras misiones de Cook fue garantizarse la continuidad del equipo directivo que ayudó a Jobs a construir el imperio Apple y, en previsión de que algunos de los altos ejecutivos pudieran ser tentados por la competencia, Apple les hizo una de esas ofertas que no se pueden rechazar.
El jefe financiero, Peter Oppenheimer y los vicepresidentes Philip Schiller, Scott Forstall, Bruce Sewell, Jeffrey Williams y Robert Mansfield recibieron al mes del fallecimiento de Jobs un paquete de acciones valorado cada uno en 60 millones de dólares según la cotización de los activos en estos momentos.
El vicepresidente de servicios de internet, Eddie Cue, obtuvo títulos por 40 millones de dólares mientras que la cantidad adjudicada a Cook ascendió a 400 millones, si bien la condición impuesta para que los directivos pudieran liquidar las acciones es que sigan en Apple durante cinco años más y en el caso de Cook, una década.
El único ejecutivo que se quedó fuera del último reparto accionarial fue Jonathan Ive, responsable de diseño de los productos Apple y sobre quien se rumoreó a principios de año que tenía intención de abandonar la empresa.
Algunos analistas especularon con el hecho de que Ive, que parece una pieza fundamental en el futuro a medio plazo de Apple, habría recibido alguna compensación que no ha trascendido públicamente.
Dos meses después de la muerte de Steve Jobs, la compañía no solo no ha entrado en crisis sino que su cotización en bolsa ha crecido casi un 3 por ciento, la comercialización de su último teléfono, el iPhone 4S, supera a las de sus versiones anteriores y Apple ha batido su récord de ventas en las rebajas del "viernes negro".
El caso es que Jobs no se ha ido del todo ya que su visión estará fuertemente asociada a los planes de Apple al menos durante dos o tres años, según vaticinaron los expertos.
Todo apunta a que en 2012, la empresa desvelará el esperado iPhone 5 y el iPad 3 tal y como hubiera hecho Jobs, aunque posiblemente eche en falta sobre el escenario el toque personal del genio tecnológico.