En el siglo XIX, los esclavos estadounidenses que se dedicaban a la recogida del algodón entonaban cantos (que luego evolucionarían al blues) para motivarse en la labor que realizaban, y hoy día, un cura onubense, José Ramón Verea, ha encontrado otra motivación para los albañiles: el Evangelio.
Verea se ha puesto al frente de las obras de una nueva iglesia para el complejo turístico de Islantilla, en la que su parroquia, la de Nuestra Señora del Carmen, actúa como promotora urbanística, y se enorgullece de haber sacado del paro a un buen número de personas para levantar el templo, con el matiz de que, aparte de sus nóminas, tienen una motivación que cada día saca de la Biblia para que sus obreros entiendan "que no están haciendo una obra cualquiera".
De esta forma, el párroco hace que los trabajadores paren el tajo unos minutos cada día, y les imparte una catequesis para que entiendan la importancia de lo que están levantando, aunque aclara que "no es una catequesis como las normales, ni se hace a una hora fija y concreta", pero tiene el fin de que cada ladrillo que se coloca se entienda como parte de un templo católico, no parte de una obra.
José Ramón Verea lo tiene meridianamente claro: "No es una obra normal", ya que "hay dos formas de trabajar: una sintiéndose esclavos y otra siendo libres, y aplicando los principios del Evangelio las personas se sienten libres, se asumen mejor las responsabilidades y se evitan fallos, porque no estamos haciendo unas meras naves, sino un templo donde se hablará de Dios y se hablará con Dios".
Con esta premisa, los obreros asisten cada día a las clases religiosas que imparte el sacerdote, un hombre que en su día tomo el relevo de Don Juan, el histórico cura de la playa lepera de La Antilla, y que se ha echado a la espalda, entre otras cosas, que al comedor social de Lepe no le falte nunca algo que ofrecer a sus visitantes diarios.
Quizá por eso, asume con naturalidad las críticas que ha recibido esta obra, que algunas personas consideran innecesaria en estos momentos de crisis, y sentencia: "A las personas que critican algo así, hay que preguntarles qué hacen ellos en concreto, porque hay gente que tiene un Mercedes que le ha costado 15 millones de pesetas. Nosotros preferimos coger esos 15 millones y compartirlos", a la vez que señala, con resignación, que "ya son 2.000 años recibiendo críticas. Estamos acostumbrados".
Los que no están acostumbrados, en algunos casos, a acudir a misa diaria son algunos de sus obreros, pero Verea les agradece especialmente el hecho de que "ellos lo han comprendido y lo están viviendo no solo como un trabajo que hay que hacer, sino como una catequesis para que luego lo puedan aplicar en otras obras en las que trabajen durante su vida".
Quizá, precisamente, esa motivación está haciendo que las obras avancen a buen ritmo, ya que "van muy rápidas, con mucho personal trabajando, y eso permite avanzar rápidamente, con la idea de que en 2014 se concluirán las obras y se consagrarán".
Esta parroquia, cuya primera piedra fue colocada el pasado 23 de julio, está situada junto a la Escuela de Hostelería de Islantilla, en pleno centro del complejo, y está siendo construida en una parcela de 5.000 metros cuadrados, de los que el templo ocupará 1.200.
En turnos de mañana y tarde la obra avanza en busca de su inauguración para el verano de 2014, con unos albañiles que, a buen seguro, no esperaban que poner ladrillos les terminase "convalidando" la misa de las 11 del domingo.