Aborto y castidad

Los prelados de la Iglesia, y los que no lo son también, vuelven a la carga. El motivo, la reforma de la ley que regula la interrupción voluntaria del embarazo...

Publicidad Ai
Publicidad Ai
Los prelados de la Iglesia, y los que no lo son también, vuelven a la carga. El motivo, la reforma de la ley que regula la interrupción voluntaria del embarazo. Han puesto en marcha la maquinaria de todo su poder mediático y se disponen a movilizar sus efectivos para impedirla. Lo hicieron, aunque sin éxito, cuando la aprobación del derecho al matrimonio entre homosexuales y no se van a cortar un pelo ahora en esto del aborto.

Al hilo de lo dicho, me ha venido a la memoria el bochornoso espectáculo aquél que el catolicismo más retrógrado, de sotana negra y crucifijo en ristre, como para espantar vampiros, brindó en Madrid, allá por la década de los 80, con ocasión del estreno de Je vous salue, Marie, la película de Godard que para el Vaticano rozaba la herejía.

Pero para bochornosa la campaña que el Episcopado prepara y que sorprendería hasta un genio de la propaganda como Göbbels. Insinuar que en este país el Estado presta más atención a la protección del lince que a la infancia es toda una insidia, además de un insulto a la inteligencia, y merecería una denuncia de la autoridad contra la jerarquía eclesiástica, como autora de tal infamia. Bien haría la prelatura en destinar el dinero de sus cartelitos a necesidades sociales más apremiantes.

Los contrarios a la ampliación de los supuestos en los que la interrupción voluntaria del embarazo debe despenalizarse quieren hacernos creer que en cuanto dicha ampliación reciba el visto bueno y entre en vigor el número de mujeres que abortan se disparará, como si tomar esa decisión no fuera difícil y traumática sino tan simple y sencilla como la de ir o no ir a hacerse un lifting.

Ojalá la preocupación que sienten algunos de entre esas huestes por la integridad de los fetos fuera equiparable a la que muestran y expresan por la dignidad de las personas, independientemente de su sexo, raza, condición o credo. ¡Joder! Ni que fuéramos a ponernos todos los rojos ahora a liquidar embriones humanos para darnos el gustazo y la futura reforma fuera a premiarnos por ello. ¡Qué lástima que contra la guerra, la pena de muerte y otras lacras la Conferencia Episcopal no haya actuado con igual beligerancia y ahínco!

Y, entretanto, el Papa, a su bola, haciendo campaña contra el uso del condón en África y promoviendo, para combatir el sida, la abstinencia sexual y la castidad, ignoro si incluyendo o no la práctica del onanismo, entiéndase la masturbación en sus diferentes variantes y formas. Para correrse de risa.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN