Con frecuencia decimos su nombre en nuestras conversaciones, pero si alguien nos lo pidiera, nos costaría explicarla. ¿Qué es Málaga? Un lugar en la tierra. Un lugar que podemos amar o llegar a odiar, como la feria, según nos vaya.
Para muchos de los que nos visitan, Málaga no es más que el nombre de un aeropuerto. El cartel del embarque, por el que, año a año, pasan para venir y volver a su tierra. El nombre del aeropuerto, del aeropuerto de la playa.
Allá por el desarrollo corrió la voz y desde entonces toda Europa no ha parado hasta conseguir su primera fila en la playa. 60 años después de aquellos tiernos 60, casas blancas se alinean como butacas para mirar al mar a lo largo de 150 km de Costa. Casas que, a veces parecen surgir desde las sombras como esas primeras sombrillas de la playa de Benidorm.
No podemos separar Málaga de su costa, tampoco podremos comprenderla sin su tierra. Los santanderinos llaman montaña a toda la tierra que no es su ciudad y que les rodea. Málaga es una con sus montes y la costa es una con sus sierras: Sierra de las Nieves, Sierra Bermeja, Sierra Blanca, Sierra Tejeda.
La montaña es la que hace que se multiplique la primera fila frente al azul. A lo largo de la costa hay tantas urbanizaciones como lomas. Málaga es ciudad frente al mar, pero anclada sobre una tierra arrugada. Y es la arruga sobre la tierra la que transforma el terreno más insulso en un mirador.
Desde Málaga, podemos trazar una cuerda que, cabalgando de montaña en montaña, nos lleve a Sierra Nevada. Los Montes son un pulmón y trenzados de senderos serán un parque sin igual para esta ciudad marimontaña.
Cuando decimos Málaga, decimos puerto y tierra, mar y ciudad. Pero no pensamos lo que decimos, no reparamos en su naturaleza. Hagan un concurso de ideas. Hagan hablar a la gente de aquí y no tan de aquí para que nos cuenten esto con sus palabras, para que vengan críticas y afloren sentimientos sin sentimentalismos. Solo haciendo entender su verdadero valor podremos proteger esta tierra.
Ya está bien de tópicos y tipismo, de ciudad del paraíso y de sabor a sal. Málaga fenicia, Roma malacitana, existieron. Fueron tiempos muy distintos para un mismo puerto. Hoy la realidad es otra y está por descubrir pues, como la ciudad, se reinventa cada día.