Lo confieso. En mi identidad no cabe dejar a un lado esa utopía realizable de que transformemos este mundo y que sea un lugar más inclusivo e igualitario
Lo confieso. En mi identidad no cabe dejar a un lado esa utopía realizable de que transformemos este mundo y que sea un lugar más inclusivo e igualitario. Por eso mi complicidad es luchar con fuerza contra los movimientos ultraderechistas y fascistas. Igualmente, no puedo apoyar a quienes tiran piedras y no crean puentes, escondiéndose en una maquillada democracia. O aquellos que bailan el agua, o son bisagra, para actuar desde la hipocresía o venderse a quienes le aseguren los cargos parlamentarios. Cuando reafirmo que soy una persona con ideología de izquierda me siento en plena fraternidad con otras/os que, aunque no lleven la misma consigna, defienden a ultranza lo deseable, es decir la justicia social, la libertad, la igualdad y el pluralismo axiológico. Y en esa andadura, me siento como estos versos de Mario Benedetti: “Y no me siento al margen. Ahora ya sé que no me siento al margen. Quizá mi única noción de patria sea esta urgencia de decir Nosotras/os”. Este domingo, 2 de diciembre, tenemos un deber personal e ineludible. Un compromiso que nos recuerda el derecho a la participación civil y política, dirimiendo el presente inmediato y un futuro a medio plazo. Si de verdad nos sentimos una sociedad demócrata, entonces debemos posicionarnos en bloque contra aquellas facciones más radicales que pretenden hacer nuevamente de España, y por ende de Andalucía, un territorio amedrentado por una dictadura de facinerosos. En esa donde los platos fuertes son el miedo, la inseguridad y la persecución a todas las manifestaciones de la diversidad (feminismos, diversidad afectivo-sexual, ecologismo o diferencias por pertenencia étnica o de comunidades minoritarias, adscripción espiritual …) Todas las personas simpatizantes y militantes de los partidos que abanderan los valores humanos y el respeto a todas/os tenemos que darnos la mano y actuar. No podemos cerrar los ojos, ni quedarnos inmóviles, ni aferrarnos a nuestros himnos o símbolos. Hagamos lectura de las señales… lo que está ocurriendo en esta Europa que ha demostrado no estar aprendiendo ni con la edad, ni cumplir con lo acordado respecto a los derechos humanos en todos sus múltiples tratados constitutivos, directrices, resoluciones, directivas o recomendaciones, es un fatídico ‘nuevo error’. Hacer ‘corta y pega’ fijándose en otras potencias mundiales, donde hablar desde la oposición tiene un alto precio, es haber perdido el rumbo y la ética humanística. Sería una pérdida incalculable. Sería tirar la toalla y despreciar lo que la mayoría de nuestras/os mayores lograron padeciendo un genocidio del que no se habla, sufriendo represión, hambruna, exilios, migración, y sintiendo el amargor de la podredumbre de la dictadura y del nacionalcatolicismo, de su patriarcado, misoginia e irracionalidad. Aprendamos y apostemos por la convivencia, por la educación en valores, por ser libres… Y como expresó mi querida Alejandra Pizarnik: “Soy Mujer. Y un auténtico calor me abriga cuando el mundo me golpea. ¡Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, de piel suave y tierno corazón guerrero!” Nuestra visibilización y la paridad representativa en la toma de decisiones debe ser real y efectiva. Por ello, hago un llamamiento desde la sororidad. Apoyémonos como mujeres y hagamos posible una nueva Humanidad.