Hace un par de semanas le propuse a mi hija que participara en una especie de experimento; en realidad, algo parecido a un castigo, por la forma en que percibió la idea. Le pedí que leyera en voz alta el artículo que acababa de escribir para esta sección; no por satisfacer ínfulas de algún tipo, sólo por mera curiosidad: quería comprobar cómo sonaban en la voz de una niña frases y argumentos sobre comportamiento electoral, coaliciones, investiduras y discursos políticos. El resultado me dejó bastante preocupado, y ella insistió en que si aquello era una especie de castigo por no haber sacado mejor nota en el examen de Lengua. Después leyó un poema de Neruda y todo volvió a la normalidad: “El viento de la noche gira en el cielo y canta”.
La poesía como consuelo y evasión. Yo hacía tiempo que no leía tanta poesía como durante esta pasada campaña electoral. Cada noche. Antes de dormir. Las obras completas de Julio Mariscal:
Corral de Muertos, Pasan hombres oscuros, Poemas de ausencia, Tierra de secanos... Ya fuera entre pegujales, alquerías y sementeras, o entre amores y memorias de calles estrechas bajo el sol de mayo o el cielo de septiembre, las palabras y la emoción ayudaban a aventar los restos de cada día, como se hacía antiguamente con el trigo para separarlo del terrón y otros residuos del campo.
Alguien debería preguntarle alguna vez a los políticos que están en primera línea -Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera...-, en ausencia de sus asesores, cuándo fue la última vez que leyeron un poema. A lo mejor nos llevamos alguna sorpresa; incluso podrían mentir -por deformación profesional- y citar alguno que les sonara. Seguro que muchos de sus seguidores correrían de inmediato a buscarlo. Se harían un favor a ellos mismos.
En cambio, tenemos lo de casi siempre. Muy buenas palabras y mejores intenciones en los discursos de investidura, mucha mano tendida, mucho ofrecimiento de diálogo, mucho compromiso con los proyectos de futuro para la ciudad, mucha oposición constructiva, mucho anteponer al ciudadano por encima de cualquier sigla, mucho afán por la estabilidad, mucho gobernar para todos... frases escritas con muy buena letra sobre el telón transparente tras el que se percibe el mismo pasado de siempre, las mismas rencillas, los mismos odios, las mismas rivalidades.
Lo de la “nueva política”, los “gobiernos del cambio” y “la gente corriente ocupando las instituciones” ya se empezó a venir abajo un poco antes de lo de Galapagar, convertida cada frase en etiquetas de temporada, como el cartel de oferta en unas rebajas. Por encima de cada moda pasajera, incluso por encima de cada necesidad manifiesta, persiste lo que hemos conocido y alimentado durante los últimos cuarenta años, y siempre visible por detrás de cada mensaje de buena voluntad. No pueden evitarlo. Está en su naturaleza, como en la del escorpión.
La semana pasada, durante la sesión de constitución de la Corporación Municipal de Jerez, el popular Antonio Saldaña dijo en su discurso: “No es lo mismo apostar por personas y equipo que incluso pueden mejorar tu trabajo, que refugiar y defender tu mala conciencia en políticos mediocres en el día de la jornada de reflexión”. Entendí y escribí aquí mismo que Saldaña hacía velada alusión al socialista José Antonio Díaz. No era así. No hubiera empleado "mediocre" para referirse a él. Es todo un poco más críptico. Pero sí es cierto que puso el acento en la jornada de reflexión, en la que el PP denunció a Díaz ante la Junta Electoral por la difusión de una serie de mensajes que podrían vulnerar la ley, y que la propia Junta Electoral elevó al juez para que los investigara. Este viernes se supo que la Junta Electoral también ha elevado al juez una denuncia del PSOE contra el líder del PP por hechos similares. Lo sensato es que ya hubiésemos abolido, como en otros países, la jornada de reflexión. Puesto que no es así, lo conveniente, ante tales horas de tensión y nerviosismo, es que todos hubiesen apagado sus teléfonos móviles o hubiesen reprimido cualquier alusión a la cita electoral del 26M: hasta un "buenos días" puede ser malinterpretado. Hay demasiadas buenas carreras políticas frustradas por no hacer caso a un dicho imprescindible: quien fuerza su propio destino, va en busca de su propia pérdida. Aunque esté en su naturaleza, aunque no puedan evitarlo y aunque todo, ahora, quede en nada.
Mientras, “el viento de la noche gira en el cielo y canta”.