En España “continuamos teniendo discriminación”. Durante el 2021 aumentaron un ocho por ciento los delitos de odio por LGTBIfobia en Andalucía. En total se produjeron
367 agresiones, de todas ellas el
19 por ciento se registraron en Málaga. Una elevada cifra a la que hay que sumar las infradenuncias, el
64 por ciento de las personas no denunciaron por miedo.
Esta es solo una parte de la realidad a la que se enfrentan las personas del colectivo. Pero no solo hay agresiones físicas y verbales. Conchi Sanroman, presidenta de ‘Juntos por la Igualdad’, pone un ejemplo claro, el “
80 por ciento de las personas transexuales tienen dificultades para encontrar trabajo”.
Y la larga lista sigue. “Hay
problemas en las zonas rurales, la gente
está volviendo al armario, sobre todo la gente mayor, tienen
miedo a ser ellos mismos y a los insultos”, cuenta Sanroman, lamentando que esta situación “intolerable” afecte en gran medida a personas “que han trabajado en un pasado para que ahora tengamos lo que tenemos”.
Desde las asociaciones reconocen que en los últimos 50 años se han conquistado derechos, como el
matrimonio igualitario o la ‘ley trans’, pero también se están
dando “pasos agigantados” hacia atrás. Miran con pánico como el
discurso del odio “está calando” con fuerza desde “hace unos años” en la sociedad y, con más hincapié, en la “juventud”.
Declaraciones que están respaldadas por el
último estudio del Observatorio Andaluz sobre la situación de la LGTBIfobia. El
27 por ciento de los delitos de odio se producen en redes sociales y el 15 por ciento en los centros educativos, mientras que el resto en espacios públicos (29 por ciento), en el ámbito familiar (10 por ciento) y en el trabajo (6 por ciento).
Por tipología, el 31 por cierto de los incidentes son discursos de odio en medios, el
26 por ciento por insultos y amenazas, el 20 por ciento por bullying y acoso, el
19 por ciento por agresiones físicas y el tres por ciento por negación de un servicio. Para la presidenta de ‘Juntos por la Igualdad’ el camino, para evitar estos episodios y discriminación, es
educar en diversidad y poner freno a medidas “ilegales como el pin parental”.
Volver a salir a la calle por el Día del Orgullo ha sido “muy importante” por dos motivos. Por un lado, para dejar atrás el confinamiento, “donde
muchas personas han pasado un calvario al pasar este tiempo encerrados en casa con sus maltratadores”; y, por otro, para visibilizar al colectivo LGTBIQ+ y para no perder derechos y libertades.
El Pride ha ayudado a lo largo de los años. Conchi tiene 60 años y
acudió a su primera manifestación con tan solo 16 años. Ahora, 44 años después mira con orgullo lo conseguido desde entonces, pero también es consciente de que aún queda mucho trabajo por hacer, porque “
los derechos, igual que los tenemos, los podemos dejar de tener y no nos podemos dormir”. Desde las asociaciones “estamos en alerta para que las leyes no se queden en un cajón y que no llegue un partido de ultraderecha y nos quite nuestros derechos, como prometen”.